La idea martiana que corona estas líneas es una maravillosa síntesis —como todas las concebidas por el Maestro— sobre qué atributos han de iluminar a esa etapa de la vida donde afloran las ansias de desbordar al mundo.
Los días de abril que se avecinan vienen cruzados por recuerdos íntimos de quienes una tarde de ese mes, cuatro décadas atrás, entramos como estudiantes por primera vez a las redacciones de este periódico para iniciarnos en los avatares de una profesión aderezada con más secretos por descubrir, que probadas realidades.
Fue el bautizo que únicamente con el correr de los años nos hizo ir poco a poco tomándole el pulso y entregándole amor a una labor diaria, cautivadora e incesante. Si en aquel debut unos más que otros pintaban como promesas del periodismo, los muchachos que hoy abrazan este quehacer se suman a nuestras redacciones avalados por una preparación universitaria más profunda, y con el valor agregado que les aporta el integrar por naturaleza la era de la computación e Internet, de ser nativos digitales.
Confiar en los jóvenes no es una frase vacía. Ella encierra la responsabilidad y el deseo de abrirles cauces por donde han de traer a los colectivos laborales ese crecimiento y desarrollo al que se refería Martí.
Quien se alimenta de ideas jóvenes vive siempre joven, decía el Apóstol, y la frase se antoja una perenne invitación a estrechar el lazo entre quienes cuentan años con los recién graduados, que ya ocupan importantes espacios en distintos sectores de la vida del país.
A los veteranos les corresponde transmitirles la experiencia y las mañas de sus tareas, que en casos como el Periodismo, no sabe de días de descanso ni de feriados. Hoy prevalece el afán de irles entregando el batón a la generación no del futuro inmediato, sino a los que en este mismo instante toman las riendas de esta u otra profesión, caracterizados por su viveza, imaginación e ímpetu.
Han de caer las hojas de varios almanaques hasta que vayan cimentando su propio estilo al escribir para trasladarle una idea al lector, eso le ocurre a todos los principiantes. Y en ese constante discernimiento habrá diferentes maneras de enfocar un tema en aras de concebirlo con la mayor objetividad, veracidad, prontitud y amenidad posibles; sin embargo, solo existe un canal para que ese recién estrenado en un centro se sienta a gusto, comprometido: acogerlo con respeto, armarlo con cuanto conocimientos sea posible, sin verlo como una amenaza a la posición ocupada por alguien con más kilómetros recorridos en el oficio.
Quien tenga la oportunidad de trabajar en un ambiente donde predomine la juventud —ya sea en una fábrica, una escuela, o en cualquier otro centro— sentirá el deber de considerarse parte de ese interés por renovar y crecer, lejos de cualquier prejuicio que pueda enturbiar la relación. Recordemos que cuando nosotros volvimos con el Diploma de graduado universitario entre las manos, hubo siempre una mano amiga que nos confió su sabiduría sin reparos ni desconfianza.
En cambio por tan loable empeño, si algo ha de ennoblecer a la juventud, es el respeto hacia los mayores. Respeto que se cultiva desde temprano en la vida, porque no se asciende hasta la estatura del hombre de bien si antes no se ha disfrutado de una niñez a plenitud.
Quizá me adelanto a unos posibles apuntes sobre el 4 de abril, pero, en última instancia, estas líneas no solo las pensé válidas para los pioneros y militantes de la UJC.
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Triple A dijo:
1
1 de abril de 2016
14:39:56
victor ramos dijo:
2
2 de abril de 2016
22:33:19
francisco Respondió:
7 de abril de 2016
09:16:50
chicho dijo:
3
19 de abril de 2016
10:08:28
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