Lejos de sugerir una postura política o una simple recurrencia boxística, indica la dirección a la que apunta una realidad. Realidad que, a su vez, parece tantear a ciegas la salida definitiva de un laberíntico túnel: el del llamado mercado negro y su sombra en el comercio minorista cubano.
Una “gran” verdad simula hacerle las veces de investidura a ese fenómeno: el tránsito de mercado Alternativo a imponerse, en no pocas ocasiones, como la Única Opción.
Cierto es que el problema ha distendido sus horizontes y su bolsa comercial. Abarca también productos de diferente naturaleza, mayormente industriales. Basta con que las luces de los más avezados en el tema —en lo esencial, revendedores— adviertan un ínfimo vestigio de la etiqueta de “más buscados” entre los productos de uso doméstico.
Etiqueta que puede estribar de la condición deficitaria de estos por mala captación mayorista de la demanda, o bien por la “suspicacia” comercial de quienes se valen de las ¿bondades? de la especulación y el acaparamiento de esos artículos altamente demandados y generan, de manera intencionada, un déficit ficticio. Ello se resume en la manipulación de un escenario que ofrece brechas para lucrar sin mesura.
El valor de uso entonces, eleva los estándares de cotización. Más bien los hiperboliza. Y casi por el efecto físico de la inercia de continuar involuntariamente en movimiento, te encuentras de repente acudiendo “por la izquierda” a esta red informal bautizada como “alternativa”, en su condición de dueña y señora de la mercancía que buscas.
Irritado y confuso por no encontrarla en el mercado convencional, ese al que siempre estuvo destinada: el estatal (ya sea en moneda nacional o en CUC), te acecha la presión del cuento infantil de El gallo de bodas, sobre si “pico o no pico”. Si no pico, pierdo lo que necesito, y si pico, pierdo el bolsillo. Hasta el punto de que la urgencia del momento, en la mayoría de los casos, termina arrollando la pequeña reflexión existencialista de ser o no ser, tomar la oportunidad o dejarla correr.
Y aunque te cuestiones una y mil veces de qué artilugios se sirven los revendedores —aun cuando no son figuras comerciales reconocidas por la ley dentro de los nuevos sujetos de gestión no estatal— para empoderarse de un segmento del mercado que producen y comercializan casi por regla entidades del Estado; aunque pidas explicaciones y lluevan los absurdos por respuesta, lo peor del asunto no termina con tu derrotero resignado hacia ellos, cual roedores detrás de la flauta de los oportunistas.
Empieza allí, en la línea difusa esbozada por el imaginario popular que suele apodarse con el término —irónicamente asimilado— de filosofía de la lucha. Actitud ante la vida que ha calado en la palestra social como reacción instintiva ante carencias económicas. La misma que despoja al hurto de su significado original por acepciones modernas atemperadas y, además, (in) justificadas con la necesidad del instante, y asume que solo roba quien sustrae ilegalmente recursos a particulares, pero quien lo hace al Estado y al pueblo… ese no, ese solo “está luchando”.
Y traigo a colación esta doctrina contagiosa, enfermiza, por su arraigo en una minoría que hace fortuna con la desventura de otros. Peor aún, la cadena que actúa en el desvío de productos y que ha posicionado los mercados alternativos en el lugar de los tradicionales, incluye maratónicamente a actores que participan desde adentro, en contubernio con los eslabones que al final, los expenden a precios cuyos márgenes comerciales van de más en más, multiplicando ambiciones.
Entonces uno, resignado de su (mala) suerte, con el esfume-relámpago de todo el sudor de un mes y el orgullo de trabajador mancillado, se revuelca en el lodo del canibalismo comercial ajeno y en el empantanamiento de la insensibilidad de un grupo, que apenas puedes dilucidar si es amigo o enemigo y hasta al que terminas dándole las gracias por ser quien a fin de cuentas, y aparentemente, resuelve tu problema. Incluso si te crea otro, que se advierte en la costura fallida de los bolsillos.
Y la inercia —individual, social y de otras nomenclaturas, pero ahora desde el intento de conservar el estado de inmovilidad— una, otra y otra vez, da luz verde a un cartel que viaja en círculos ante nosotros y remite automáticamente al mismo destino que —burlándose de toda lógica— se (con) funde con el título.


COMENTAR
DAZ dijo:
1
4 de marzo de 2016
07:09:28
Triple A dijo:
2
4 de marzo de 2016
09:17:49
Rafa Respondió:
10 de marzo de 2016
00:19:42
Sheyla DG di Silvestrelli dijo:
3
4 de marzo de 2016
12:02:48
Sheyla DG di Silvestrelli dijo:
4
4 de marzo de 2016
13:25:34
Rafa dijo:
5
4 de marzo de 2016
23:36:24
Triple A Respondió:
7 de marzo de 2016
07:39:10
DAZ dijo:
6
5 de marzo de 2016
07:03:07
Rafael S Ortegas dijo:
7
5 de marzo de 2016
19:36:38
Ossiel Pérez Hernández dijo:
8
8 de marzo de 2016
10:02:54
tomyone dijo:
9
8 de marzo de 2016
14:50:29
OrlandoB dijo:
10
9 de marzo de 2016
06:49:48
Oscar dijo:
11
9 de marzo de 2016
08:16:00
Oscar dijo:
12
9 de marzo de 2016
08:19:05
Pablo Luis Almeida Guerrro dijo:
13
9 de marzo de 2016
11:38:41
Rafa Respondió:
10 de marzo de 2016
00:08:15
Gisela dijo:
14
9 de marzo de 2016
16:02:29
Helio Rodrigues dijo:
15
10 de marzo de 2016
19:38:14
marcos dijo:
16
22 de marzo de 2016
09:41:19
Responder comentario