La mirada parece perderse en un horizonte ilegible, el rostro cuaja un sinfín de expresiones al ritmo de una secuencia de recuerdos que parecen agolparse en su memoria. Ríe, enmudece, se le endurecen los rasgos, frunce el ceño, suaviza la mirada y vuelve a sonreír… Todo un collage de vivencias que se proyectan ante sus ojos, cual filme en cámara rápida que habla de un año de pruebas difíciles, pero también de crecimiento personal y éxitos colectivos; una vuelta de almanaque que dibuja racimos de retos de cara a un futuro mediato, pero futuro al fin, incierto.
Así, más o menos, suele suceder en cada cierre de etapa de la vida, cuando la inminencia de un nuevo comienzo nos lleva, nos exige, recapitular en las dos caras de las experiencias: lo mejor y lo peor, los pro y los contra, significaciones para “bien o para mal” y otras duplas de sustantivos que quizá podrían resultar cursis, pero definitivamente necesarios.
Para unos se trata de ver si ha madurado su proyecto individual, para otros, cuánto ha evolucionado (o involucionado) su obra como grupo social (con realce en la familia), para una institución implica reevaluar su quehacer en función de sus metas, y para un país entraña tomarle el pulso a la salud de su obra. En todos los casos, se trata de radiografiar un pedazo de la vida en el lapso que tarda el calendario entre un enero y otro.
Por ello, como cada diciembre, este 31 trajo emociones al por mayor, en cualquier extremo de la cuerda: alegrías, insatisfacciones, dolor, sueños…, y trajo también el aliciente para arrancar este 1ro. de enero con el pie derecho en las proyecciones que diseñemos, ya sea como individuo, ya sea como nación. Y a los efectos de esta última, el desafío mayor empieza con el simbolismo del primer día del año, que en este 2016 no solo marca 57 almanaques completos en la historia de nuestro proyecto revolucionario, sino le da “doble clic” a un periodo de eventos trascendentales, en múltiples ámbitos: desde la dinámica exigida por actualizaciones en la economía y la sociedad, el aniversario 60 del desembarco del Granma, el primer lustro de los Lineamientos y el VII Congreso del Partido.
Otros 12 meses de pruebas, de desafíos y de optimismo, y en los que las justificaciones para no hacer, o mal hacer, el burocratismo asfixiante, las miserias (in) humanas y el irrespeto a la inteligencia social, deben ser un simple pasaje anecdótico de un puñado, ante la abrumadora realidad (ojalá) de gente con empuje que se comunique en códigos de resultados fértiles. Gente de la especie necesaria de la que hablaba el Che y de la que, por decreto, está urgida la Cuba de hoy, y de siempre.
De tal suerte, al ritmo de las celebraciones más inverosímiles de unas “Navidades a lo cubano”, el olímpico conteo que es tradición a partir del minuto 59 de las 11 de la noche del 31 de diciembre, hizo efectivos los votos —reafirmados tras el primer segundo de la medianoche— para enfrentar el 2016 con el espíritu de la gran familia que somos, heterogénea pero unida, en una apología sin maquillaje ni disfraz a caminar y trabajar juntos como ingenieros de una misma obra, cual réplica sentida de aquel proverbio al dorso de un ejercicio escolar: “solos llegamos más rápido, pero en equipo llegamos más lejos”.


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Yoandra dijo:
1
1 de enero de 2016
21:04:26
RAFART dijo:
2
5 de enero de 2016
09:02:44
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