
Vivir sin buscarse problemas parece ser una máxima de moda, que hace que las personas no se inmuten ante la conducta inadecuada de sus semejantes y eludan el enfrentamiento directo a hechos reprobables que los circundan.
Esa forma de conducirse encierra una alta dosis de egoísmo, pues pone al individuo al margen de las consecuencias sociales de los actos de los demás y busca solamente asegurar la tranquilidad propia, el quedar como buena gente ante los ojos de otros.
Tal conducta no es más que la indolencia ante las indisciplinas cotidianas que nos salen al paso o las ilegalidades con las cuales convivimos, sin pensar en las secuelas que tales actos ocasionarán y, cual bumerán, se volverán contra nosotros mismos.
El indolente es cómplice de los hechos inadecuados que presencia impasible, sin enfrentarlos, sin pensar que más adelante será a su vez víctima de ellos.
Pongamos el ejemplo simple de alguien que presencia cómo dañan el banco de un parque o el asiento de un ómnibus y no se da por aludido por el consabido pretexto de no buscarse problemas, sin analizar que días después tal vez esté quejándose porque no encuentra donde sentarse.
En ocasiones presenciamos cómo un cliente reclama su derecho porque fue mal atendido o no le dieron el peso correcto en el producto que compró y nos abstenemos de ser solidarios, porque ese no fue nuestro problema, a expensas de que más adelante caigamos en la misma trampa.
No se trata de andar por la vida buscándole las patas al gato, como dice un dicho popular y teniendo fricciones con todo el que nos sale al paso, pero indiscutiblemente la indolencia es una actitud nociva que debe ser desterrada de nuestro comportamiento.
Formamos parte de una sociedad, un colectivo laboral o estudiantil, inclusive, dentro de nuestra propia familia, debemos tomar la iniciativa, ser cooperativos con los demás y no sentarnos a esperar que otros tomen partido con lo que debe hacerse.
Como otros males, la indolencia se presenta en diversas formas, a veces solapada detrás de la puerta de una unidad de servicios que no se abre a la hora indicada, o de un empleado que no se inmuta ante la demanda de los clientes.
No es exclusiva de personas, organismos o empresas y me atrevo a asegurar que el lector tendrá nuevos ejemplos en los cuales, tal vez sin evaluarlo, ha sido cómplice inconsciente o víctima de la indolencia de otros.
Por ello cabe la exhortación a estar alertas ante esa pasividad aparentemente inofensiva que, cual enfermedad maligna, corroe la legalidad y atenta contra la disciplina y el orden en la sociedad.
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ramon dijo:
21
15 de diciembre de 2015
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iho11600 dijo:
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margarita dijo:
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16 de diciembre de 2015
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FASV dijo:
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16 de diciembre de 2015
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jpuentes dijo:
25
16 de diciembre de 2015
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Mauro dijo:
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16 de diciembre de 2015
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Joan dijo:
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16 de diciembre de 2015
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joel ortiz avilés dijo:
28
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FASV dijo:
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17 de diciembre de 2015
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EL_CHIRA dijo:
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Jesus oro dijo:
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17 de diciembre de 2015
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ELIZABETH dijo:
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17 de diciembre de 2015
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merly bacallao dijo:
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25 de diciembre de 2015
05:21:57
jp dijo:
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5 de enero de 2016
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Anamí dijo:
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10 de enero de 2016
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Maestre Sheratwn dijo:
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19 de enero de 2016
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Maestre Sheratwn dijo:
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19 de enero de 2016
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Hilda dijo:
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22 de enero de 2016
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mayra dijo:
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23 de abril de 2020
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