El ultrasonido revela por fin a la ansiosa pareja el sexo de su bebé y apenas poniendo un pie fuera del hospital, todo se colorea de rosa o azul. Roponcitos, cobertores, sábanas, adquieren el tono que cultural e históricamente ha sido designado para hembra y varón, y así comienza la construcción de nuestro género, cuando todavía flotamos en el cálido líquido amniótico del útero de mamá.
El problema es que con el paso de los años, esa simple asignación de colores se convierte en un fenómeno más complejo, que determina los roles asumidos por cada sexo, los patrones a seguir dentro de la sociedad e incluso, el modo en que cada quien expresa su feminidad o masculinidad. Más allá de lo que podemos llamar rasgos identitarios, se trata de asumir lo que tradicionalmente se ha establecido, por encima de lo que en realidad quiere la persona. En resumen, hablo de esas definiciones de sexo débil y sexo fuerte, que esconden tras los adjetivos un condicionamiento expresado en todos los ámbitos de la vida.
Tales reminiscencias, propias de una fuerte tradición patriarcal, determinan que en pleno siglo XXI, todavía muchos no entiendan y miren mal, el hecho de que una mujer determine emprender un proyecto de vida en el que no se incluyan el matrimonio y los hijos. El mismo fenómeno implica que un hombre sea motivo de críticas o burlas, porque colabora en las tareas del hogar o decide solicitar una licencia para el cuidado de su bebé mientras la esposa trabaja.
Si bien estos ejemplos no constituyen una generalidad, ilustran claramente lo que sucede cuando alguien decide romper el molde, y ser hombre o mujer a su manera. Ellas, no solo están hechas para el hogar y la familia, como tampoco ellos constituyen solo el sustento económico o el cerebro pensante que decide. Si la propia dinámica social ha difuminado los roles preestablecidos, es necesario romper las barreras que aún persisten en la mente.
La construcción de una verdadera identidad de género comienza desde la infancia y en ese proceso los adultos tienen un papel determinante. Sin embargo, influir o guiar no son sinónimos de imponer. La calidad de un ser humano no tiene nada que ver con la forma en que lleva la falda o los pantalones, sino con los valores y principios que desarrolla a lo largo de la vida.
Las consecuencias más notables de los cánones impuestos, de las conductas preestablecidas y de la asignación temprana de roles, obviando la capacidad de decidir, son la violencia de género, la invisibilidad, la frustración, y quien sabe cuántas más que impiden la plena realización personal. Eso nada tiene que ver con la justicia social o la igualdad de oportunidades que en Cuba, constituyen una realidad latente, se trata más bien de respetar la identidad de otra persona sin encasillarla.
Hijas de Eva o descendientes de Adán, venimos al mundo con un potencial infinito. No importa nuestro sexo, porque el decursar de la historia ha demostrado que estamos en igualdad de condiciones para lograr grandes metas. Fuerte o débil será quien enfrente los retos o se rinda ante ellos, por lo que esos calificativos no están determinados por el hecho de haber nacido bajo un sello masculino o femenino.
La igualdad de géneros debe ser una premisa en la educación desde las primeras edades. Así, será más fácil promover después el respeto mutuo, el entendimiento de la diversidad y la compenetración entre seres humanos, que es, en definitiva, lo que somos todos. Esa es la única manera de romper las relaciones de poder o dominación que puedan establecerse, privando a alguien más de la capacidad de tomar sus decisiones, discernir entre lo que le conviene o no y ejercer su libre albedrío.
Ser hombre no otorga privilegios o derechos extras, que muchas veces son el fruto de mitos y estereotipos, como mismo ser mujer no implica dedicarse solo a los demás olvidándose de una misma. Cada quien tiene el derecho de construirse su propia concepción de género, con tantos matices como considere necesarios, los demás, deben aprender a respetar esa decisión. Pensemos siempre que el verdadero privilegio es vivir, gozar de nuestra humanidad, no importa si somos hombres o mujeres o si al nacer, nos visten de rosa o azul.


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York-Barón dijo:
1
4 de diciembre de 2015
04:13:33
Belkis de la Caridad dijo:
2
4 de diciembre de 2015
10:47:41
yasdir martinez perez dijo:
3
8 de diciembre de 2015
22:17:40
francisco dijo:
4
5 de enero de 2016
09:54:23
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