Mi madre me decía “dile que te deje el papelito”.
El papelito era el recibo del consumo eléctrico y a mí me daba pena que una y otra vez no hubiera dinero para pagar al instante.
A veces nos escondíamos hasta que “el hombre de la luz”, cansado de tocar y tocar, se marchaba luego de deslizar el papelito por debajo de la puerta.
De imprevisto nunca llegaba, porque lo habitual era que voceara con la insistencia de un tamalero a lo largo de la cuadra y frente a cada casa: “la luz, la luz”. Un pregón que con los años aborrecí porque venía a recordarme que el dinero era un eterno ausente en mi hogar.
Trauma de la niñez que hizo que desde mi primer salario me habituara a separar la cantidad necesaria para estirar la mano y sonreír con cada llegada de “el hombre de la luz”.
Así fue durante mucho tiempo, hasta que él ha dejado de llegar, ha dejado de tocar, ha dejado de vocear y hasta me atrevería a decir que juega al hombre invisible para lanzarme el papelito al interior de la vivienda con un sigilo envidiable para cualquier marido que, sin pretexto alguno, retornara a la casa a las cuatro de la mañana.
Un día me confesó que le tenía miedo al perro, el pobre Suki tan dado a correr delante de los gatos y que solo abría la boca para lamer su afecto o tragar lo que fuera. Suki murió y con tristeza se lo hice saber.
—Ahora si subirás los seis escalones hasta mi casa, o al menos gritarás mi nombre desde la acera.
Su respuesta evasiva, como si buscara una nube turbia en lo alto de un cielo luminoso, me permitió comprobar que no tenía ningún problema en las cuerdas vocales. También su presencia de joven vital hacía ver que subir seis escalones le significarían poco menos que tomarse un vaso de agua.
Entonces indagué con algunas amistades para comprobar si tenían el mismo problema. Algunos me dijeron que sí y empezaron a despotricar contra los cobradores, otros que no, que el tradicional hombre de la luz, voceador y ruidoso, casi como en los viejos tiempos, les llegaba cada mes con una precisión encomiable.
Ese es el que (a pesar de mi trauma de la niñez) quisiera que retornara al barrio para evitarme el tener que ir, mes tras mes, a hacer una cola bajo el sol y pagar el dinero que él, con un voceo mínimo, o una llamadita a mi puerta, debería cobrarme.


COMENTAR
Luis Senra dijo:
1
9 de octubre de 2015
07:18:02
Mabycar dijo:
2
9 de octubre de 2015
07:49:50
López Oliva, Manuel dijo:
3
9 de octubre de 2015
08:59:33
Rolando dijo:
4
9 de octubre de 2015
10:02:43
olga dijo:
5
9 de octubre de 2015
11:05:55
Rivendel dijo:
6
9 de octubre de 2015
13:13:19
Manuel dijo:
7
10 de octubre de 2015
09:13:29
joman dijo:
8
11 de octubre de 2015
00:53:12
lucero dijo:
9
12 de octubre de 2015
08:23:16
Marta dijo:
10
12 de octubre de 2015
10:05:55
Nana dijo:
11
12 de octubre de 2015
16:33:30
Danilo dijo:
12
13 de octubre de 2015
05:19:33
carlosvaradero dijo:
13
13 de octubre de 2015
11:19:51
rolando dijo:
14
14 de octubre de 2015
14:48:40
Responder comentario