Mucho se ha escrito y se ha dicho de la Heroína del Moncada Haydée Santamaría Cuadrado. Conocida es su fidelidad sin límites a Fidel, su amor por Abel y la extraordinaria obra realizada al frente de Casa de las Américas, entre otras cualidades que la hicieron sobresalir a través de su fecunda vida.
De sus hijos Celia María y Abel, además de otros familiares y amigos, escuché las anécdotas y reflexiones que convirtieron a Yeyé —como le decían— en un referente moral que siempre he llevado conmigo.
Por estos días en que se conmemoró el aniversario 35 de su desaparición física, pensaba en la actualidad que tiene la manera en que vivió y actuó, un verdadero modelo a imitar, en especial, por quienes dirigen o tienen alguna responsabilidad.
Dicen que en Yeyé, lo primero que se advertía era una profunda sencillez y sensibilidad humana, capaz de arrancarse lo poco que tenía para ponerlo a disposición de los demás, aunque también, como ha dicho Silvio Rodríguez, era implacable con lo mal hecho.
Cuentan que ella no hacía distinciones entre las personas, igual se reunía con el más avezado de los intelectuales, que con aquellos jóvenes principiantes que tocaban la puerta de Casa en busca de nuevos horizontes.
En tiempos de determinados prejuicios y desvaríos, no tuvo reparos en acoger a muchachos que, como Silvio, Pablo y Noel, entre otros, llegaron con algunas “ideas extrañas”, vestidos con tenis y pantalón desteñido, porque, por encima de todo, Haydée siempre iba a la esencia de las cosas, a la raíz como diría Martí.
De esas anécdotas bebió la realizadora Esther Barroso para su documental Nuestra Haydée, en el que narra varios hechos que demuestran la profunda vocación humanista de la heroína y su espíritu rebelde, porque como ella misma dijo en cierta ocasión en que estaba a punto de cometerse una gran injusticia contra un prestigioso intelectual cubano: “yo no luché para ver estas exclusiones”.
Traigo a colación estos ejemplos, porque en medio de las profundas transformaciones que vive nuestro país, se precisan cada vez más de conductas y modos de actuación como los de Haydée Santamaría.
Si reparamos en cualquier escenario que nos circunda, podremos darnos cuenta de que aún existen muchísimas personas que no saben escuchar una opinión contraria a la suya, no aceptan la crítica o son recelosos con las nuevas generaciones, porque piensan que estas les pueden “serruchar el piso en el futuro”.
Y qué decir de quienes evaden el debate de ideas y la diversidad, o aquellos que se forman un criterio errado de determinada persona de solo mirarlo, entre otras manifestaciones de intolerancia que persisten en nuestra sociedad a pesar de la labor realizada por la Revolución para erradicarlas.
Una de las esencias de la Revolución ha sido siempre la unidad, y en la eterna lucha por la cristalización de ese principio —que cobra más relevancia cada día—, vale la pena beber una y otra vez del ejemplo de Haydée, una mujer que supo ser digna y heroica en la guerra, y que una vez alcanzado el triunfo revolucionario inició otro combate no menos importante en favor de la cultura y por el respeto hacia los demás y sus diferencias.


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Mandy dijo:
1
14 de agosto de 2015
22:46:38
Luis Domínguez dijo:
2
27 de agosto de 2015
10:11:39
franklin dijo:
3
2 de septiembre de 2015
13:51:56
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