Comenzó a temprana edad, como un juego adolescente del cual hizo cómplice a los suyos. Silenciosos, perplejos, sus familiares lo miraban desde el juzgado paternalista y la sentencia era que pasaría, que llegado el momento de la madurez podría encontrar la felicidad en otros “placeres”. Nadie llegó a pensar, siquiera, que se convertiría años después en su propio verdugo.
Aquella tarde de verano Hugo se dirigía a visitar a sus amigos. Él era fuerte, joven, saludable. Era uno de esos “hombres orquesta” sin límites para crear, lo mismo dirigía una rueda de casino, hacía los arreglos de Hotel California para tocarla en la banda de la universidad, o podía recompensarte con el mejor libro de cuentos y poesía. El día de su cumpleaños —el más esperado entre los amigos—, Hugo no llegó.
El hombre que a temprana edad había preferido entregarse en cuerpo y alma a los sabores etílicos, se cruzó en su camino, interponiéndose no solo en el destino de un hombre y sus amigos, sino en el de toda una familia.
El suyo fue de esos finales a los que uno no se acostumbra nunca. La noticia de la muerte que no tuvo que suceder sacudió primero, pero sobre todo hizo reflexionar. Aquel joven —que conocí por casualidad— salió de su casa un día cualquiera sano y salvo, pero se tropezó con otro acostumbrado a arrastrar su cuerpo agonizante entre las calles, y peor aún, frente al volante de un auto.
Es solo un caso aislado de cuantos ocurren a diario. Una nota de prensa publicada el pasado sábado en este mismo diario informaba que solo en el mes de julio en la capital sucedieron 47 accidentes de tránsito, en los cuales 30 personas resultaron heridas y dos fallecieron. Pero los datos más preocupantes fueron precisamente que, en ese periodo de tiempo, se realizaron 3 235 pruebas de alcoholemia, de las cuales 85 resultaron positivas, y dos de esas personas se encontraban en completo estado de embriaguez.
Historias similares a las descritas recrean las escenas de las calles cuando toma cuerpo la insensibilidad y la inmadurez, cuando cerrados los oídos ante los consejos se prefiere ahogar la conciencia en el alcohol, se llega a tolerar incluso la violencia, y de a poco se van perdiendo los límites, los sentidos, los reflejos y la vida.
Una lección debiera quedar guardada en nuestras mentes, y es aquella de Antoine de Saint-Exupéry, en ese libro que nos recuerda siempre el niño que llevamos dentro; cuando el Principito sale en la búsqueda de un amigo, se encuentra el tercer planeta habitado por un bebedor, y eso lo hunde en una gran melancolía. Al preguntarle por qué bebía, el borracho respondió que para olvidar la vergüenza de beber.
Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud sobre la situación mundial de la seguridad vial, 1,3 millones de personas mueren como consecuencia de accidentes de tránsito, y 50 millones sufren traumatismos. Ello significa que en este preciso instante la vida de miles de personas corre peligro, por la que puede convertirse en la quinta causa principal de mortalidad para el 2030, por encima de la muerte causada por VIH–sida, tuberculosis, y cáncer de tráqueas, bronquios y pulmón; y de hecho es, actualmente, la primera causa entre los jóvenes de 15 a 29 años.
Factores de riesgo determinantes en el aumento de estos indicadores son, además de conducir bajo los efectos del alcohol, el exceso de velocidad, la no utilización del casco de motociclista, del cinturón de seguridad y sistemas de retención para niños, así como animales sueltos en la vía, y deficiencias técnicas en los vehículos, entre otros. Precisamente, sobre el último aspecto llama la atención que, de acuerdo con información brindada por la Dirección Nacional de Tránsito, fueron realizadas en el mes de julio 7 310 inspecciones a vehículos en La Habana, y en 1 231 se detectaron dificultades en los sistemas de dirección, luces y frenos.
Estas cifras son una señal de que aún existen irregularidades en los procesos de inspección, de las cuales hemos recibido quejas en el Departamento de Atención al Lector de este diario.
Nunca serán suficientes las campañas de comunicación, las acciones emprendidas por todas las instituciones encargadas de la seguridad vial, la observancia por el cumplimiento de la legislación, la disposición de los recursos humanos y financieros necesarios para evitar accidentes de tránsito, sobre todo en esta etapa del año.
La historia de Hugo y aquel que se interpuso en su camino se repetirá, de no atajar a tiempo esos vicios mortales, y quien hoy es un desconocido que mencionan en la televisión, mañana puede ser alguien cercano. Entonces llega, con el dolor, el peso de la conciencia. No nos dejemos llevar por la irresponsabilidad surgida en un día de apuros. Todas las pérdidas, sin excepción, son irreparables, pero estas dejan un amargo sinsabor, el de los finales que no debieran nunca suceder.


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Jorge dijo:
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7 de agosto de 2015
09:38:34
Sergio dijo:
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Leonor Basulto Ying dijo:
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13 de agosto de 2015
22:57:35
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