Cumpleaños en vacaciones

Refulgió la idea de celebrar el primer añito de la nieta que tiene a la familia atada a lo corto, y nadie quedó sin opinar.

Aprovechando las vacaciones de verano, nos sumergimos en el intercambio de propuestas. El primero quería organizar una fiesta de cumpleaños, pero el segundo dijo que la pequeñita apenas disfrutaría, mejor esperar a cuando crezca y tenga amiguitas con quienes compartir su alegría. El tercero pensó en llevarla al Zoológico Nacional, para en aquel paisaje natural tomarle fotos y jugar con ella sin que los abuelos tiraran la toalla por agotamiento.

Sin embargo, hubo una cuarta sugerencia, rápida y fácil de hacer en casa (como decía la inolvidable Nitza Villapol), para una familia corta, aunque la bebita seguramente preferiría hundir sus deditos en el merengue del cake y tomar refresco. Fue la recomendación de unirnos para cocinar un arroz frito a la cubana, degustarlo in situ junto a la niña, amén de picar el cake y fotografiarla. Una tarde íntima, con gastos módicos, que afianzara el lazo familiar.

¿El presupuesto para los ingredientes? ¡Cómo no!, alguien debía asumir la audaz tarea de batirse en el Agro y comprar los productos (los cubanos le ponemos a ese plato cuanta proteína encontramos), partiendo de cálculos ajustados a la ciencia nunca exacta, pero sí apretada, que es la economía casera. Así concebimos el almuerzo dominical, cada uno poniendo algo de su bolsillo.

El dinero aportado por el colectivo parecía una divinidad, para adquirir lomo ahumado, cebolla, cebollino, jamón viking y los frijolitos chinos. Quedaron fuera del juego los camarones porque su alto precio (86 pesos el kilogramo en los Mercomar) entraba en contradicción con el monto recolectado. De la salsa china había un poco en casa, ello evitó comprarla.

Henchido de entusiasmo y optimismo entré al Agro con la pistola del regateo apuntando a la mejor oferta, consciente de que los precios allí son como la espuma. Salir con lo necesario era la muy difícil tarea en aras de satisfacer a los futuros comensales.

La búsqueda entre las tarimas terminó en: Lomo ahumado (30 pesos la libra, al menos hacían falta dos); frijolitos chinos (cinco pesos la libra); jamón viking (dos libras, 60); cebolla (como las canicas con que juegan los niños, a 10 la libra); cebollino (5 pesos el mazo) y descuento el arroz porque se le echó mano al de la cuota por la libreta.

No íbamos a comer arroz a pulso, debíamos ayudarlo con una ensalada de estación. Pero esquivé la libra de tomate a 12 pesos cual derechazo lanzado al rostro, así que desvié el curso hacia el pepino y la col, opciones más llevaderas para suspirar después del ahogo causado por el tomate. Ni palpé los aguacates, chiquitos y verdes a 10 pesos, demasiado abuso aun en medio de la relajación de las vacaciones.

De cualquier manera, no bajaron de 20 pesos en total estos últimos productos acompañantes. Los ingredientes para la original idea del arroz frito a la cubana ya sumaban 160 CUP para una comida sencilla, porque el Agro no perdona; al que vende no le importa si usted va con ánimo de celebración o por pura necesidad de complementar lo ad­quirido en la bodega durante el mes. Si no protestas, te disparan a quemarropa; y si protestas, te acribillan igual.

De regreso a casa, los contribuyentes a la idea, conocedores de cómo va la vida, ni quisieron enterarse del gasto. Aderezado con un traguito aquí y otro allá, el arroz dominical tomó sabor, y ya pasado el mediodía todos cercamos la mesa para junto al cake cantarle ¡feliz cumpleaños! a la nietecita.

Después del almuerzo contamos anécdotas, recordamos las maldades de la infancia, hablamos de cuanta cosa nos vino a la mente. Aquella tarde —tras el avatar de la cara excursión al reino de las viandas y los vegetales— no tuvo precio, pues el amor aportó mucho más en una invaluable entrega para apretar el lazo familiar.