Fue una gran final de la A a la Z, porque efectivamente tuvo de todo. Duelos trabados, decisiones polémicas —como la votación dividida que dio perdedor a Lázaro Álvarez (60 kg) frente a Albert Selimov— y un desenlace adrenalínico, casi taquicárdico, hasta la exhibición de Arisnoidis Despaigne (69) para someter a los Bakú Fires azeríes (6-5) en el último suspiro.
Pero sin duda el estrés y la espera valieron la pena. Los Domadores de Cuba se proclamaron campeones de la IV Serie Mundial de Boxeo. Y bien está lo que bien termina, aunque los púgiles cubanos eran los favoritos, su triunfo no fue menos meritorio, habida cuenta que discutir el título en los predios del rival señalaba de antemano una clara desventaja y llegaron a verse al borde del abismo.
Aún así, cabe destacarlo, en ningún momento dejaron de aspirar a la cúspide de un campeonato que han gobernado de forma inobjetable desde el inicio, sin concesiones, superiores colectivamente y en el mano a mano, como reflejan las estadísticas: con un total de 62 victorias en 80 combates, nunca cedieron una confrontación global ante nadie.
En la última jornada, además, demostraron que también saben sufrir y gracias a eso lograron sobreponerse a la tenacidad y la batalla extrema que les plantearon los Bakú Fires, con esa dosis de suerte que suele acompañar a los campeones (si no imaginen por un segundo que la división para el pleito del desempate hubiera sido otra en vez de los 69 kg).
Desglosando los nombres propios de la final, dos reservas, Arlen López (75) y Arisnoidis, se ganaron el protagonismo cuando nadie lo esperaba. El primero cifró un éxito capital, secundando en el empeño a quienes han sido los dos grandes pilares invictos del equipo, Yosbany Veitía (49) y Erislandy Savón (91), con sus respectivas cadenas de ochos éxitos. Y el segundo supo estar a la altura del reto, cuando la presión se antojaba aplastante y no había margen de error, como mismo estuvo a la altura unos minutos antes Julio César la Cruz (81) para forzar con solvencia ese pleito adicional.
No obstante, no hay que hacer de menos a sus restantes miembros incluso aquellos que no llegaron a estar en Bakú, pues todos aportaron, en mayor o menor medida, su granito de arena en un camino sembrado de no pocas peripecias.
Y es que muchas quedarán para la anécdota, pero no es menos cierto que a lo largo de la justa el colectivo técnico tuvo que ir reajustando su estrategia a medida que afloraban los escollos.
Justo así, el principal estratega Rolando Acebal debió reemplazar como pudo a tres hombres: uno como resultado de una medida disciplinaria (Robeisy) y dos por deserciones (Ramón Luis y Marcos Forestal). A lo que se sumaron otras coyunturas adversas, pues un puntal como Julio César, tras ser agredido con un arma de fuego a principios de año, tuvo que recuperarse y volver, y otro como el monarca olímpico Roniel Iglesias se sumó al equipo mediada la competencia. Lo que habla, a todas luces, del tino y la seriedad con que los entrenadores condujeron a la escuadra.
De ese modo, atletas, todos ellos y también el personal “anónimo” que tributo a la victoria merecen la enhorabuena. Gracias a ellos, el boxeo cubano sumó otra página a su leyenda.
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Roberto dijo:
1
11 de junio de 2014
17:21:14
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