Si el Héroe Nacional de Cuba, un periodista con una cosmovisión integradora y dialéctica del mundo, tuviera que afilar su estilete en función de escribir hoy sobre el deterioro paulatino de la Naturaleza, como lo hizo en más de una veintena de publicaciones en el siglo XIX, contaría con un arsenal de elementos de donde nutrir su musa inspiradora, y quizá no le alcanzarían los medios impresos de aquella época y tampoco los de esta.
Un periodo marcado por el desarrollo acelerado de las ciencias y los quince años de estancia que tuvo José Martí en los Estados Unidos (1880-1895), permitieron fomentar una concepción sobre el impacto del auge de la industria y los abusos que se cometían contra la flora y la fauna, y crear una conciencia sagaz sobre lo que actualmente se ha convertido en la triste historia del principio del fin del mundo, un hecho advertido por los científicos desde hace algunos años.
Jamás en la historia del hombre se había influido de manera tan desmedida sobre la Naturaleza, una contradicción manifiesta en que si bien los adelantos científicos tecnológicos potencian las condiciones para que el mundo se desarrolle vertiginosamente, por otro lado los efectos negativos de ese avance han provocado los tan alarmantes problemas medioambientales contemporáneos: calentamiento global, desertificación, sequía, cambios climáticos, deshielos…
Vuelve a colocarse en la sobremesa el tema de los beneficios de la ciencia cuando está en manos de hombres que la utilizan para el bien de su sociedad, y en contrapartida, lo dañina que puede ser bajo tutelas malhechoras, elemento que se evidencia en los principios martianos sobre la urgencia de armonizar el desarrollo del mundo con la conservación del equilibrio natural.
En sus disertaciones de avezado cronista Martí escribió con la agudeza del científico acerca de exploraciones geográficas, recursos botánicos, arqueología prehistórica, geología, teorías evolucionistas, sobre la rica región natural de la Amazonia, los últimos descubrimientos científicos, los naturalistas de su tiempo, la necesidad del aprendizaje de las ciencias naturales y la importancia del cuidado y preservación de la Naturaleza.
Todo ello en una época donde los avances tecnológicos se encontraban “a años luz” de donde se hallan hoy, con la consecuente pérdida de los recursos medioambientales que ha provocado la elaboración y puesta en práctica de muchos de ellos.
¿Qué tendría para decirnos el Maestro cuando se estima que la deforestación podría extinguir hasta 750 mil especies, la erosión de los suelos y otras formas de degradación provocan anualmente la pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables, y cada vez se estrecha más el tiempo de espera para que los conflictos mundiales concurran por el substancial recurso del agua?
Seguramente basado en ello podríamos leer excelentes crónicas del Héroe, sobre todo si tenemos en cuenta un estudio realizado por el científico cubano Antonio Núñez Jiménez, en el cual se destaca que la comprensión de la Naturaleza le sirve a Martí como punto de referencia y comparación para mejorar la vida del ser humano.
Un texto periodístico que denota su preocupación por preservar los pulmones naturales del mundo, fue la nota publicada en La América, en septiembre de 1883, sobre un congreso forestal efectuado en Estados Unidos: “Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos (…) hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan”.
Su definición más amplia de Naturaleza la comprende sujeta a leyes del desarrollo, con complejas interioridades que han permitido su avance, y donde se incluye tanto lo tangible como lo intangible: “es el rayo de luz que penetra en las nubes y se hace arcoiris, el espíritu humano que se acerca y eleva con las nubes del alma y se hace bienaventurado, naturaleza es todo lo que existe, en toda forma, espíritus y cuerpo, corrientes esclavas en su cauce, raíces esclavas en la tierra, pies esclavos como las raíces, almas menos esclavas que los pies, el misterioso mundo interno, el maravilloso mundo externo, cuanto es deforme o luminoso u oscuro, cercano o lejano, vasto o raquítico, licuoso o terroso, regular todo, medido todo, menos el cielo y el alma de los hombres, es Naturaleza”.
El enfoque ético, estético, filosófico y científico en que se sustentan sus ideas, adquirido por su afán de profundo escudriñador de la realidad, permite que muchos años después puedan retomarse para hablar de fenómenos como las tierras ociosas, al advertir la existencia aún de “mucha selva desierta, mucha llanura no labrada, mucha comarca impaciente de cultivo”; y la pérdida de bosques enteros y la necesidad de renovar los recursos forestales: “Debiera exigirse a cada hombre, como título a gozar de derechos públicos, que hubiera plantado cierto número de árboles”.
Como fuente productiva de riquezas, de goce espiritual y mejoramiento humano, Martí consideraba que los hombres siempre necesitarían de los recursos del medioambiente. Previsor de los efectos negativos del accionar del hombre llamó a la conciencia desde la modestia y la humildad, de manera que —me atrevería a decir— puede catalogársele como un naturalista de su tiempo.
Un cambio radical en la actitud de las personas podría ser el efecto que lograrían las letras del Apóstol si tuvieran que dibujar hoy los problemas del medioambiente, de la misma forma que lo hizo un día al convocar a la Guerra. Serviría para reforestar los bosques de la razón, al llamado de preservar los recursos de la Naturaleza.


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Carlos Tropical dijo:
1
5 de junio de 2014
15:26:12
eddy dijo:
2
6 de junio de 2014
14:36:13
Gonzalo Hernández dijo:
3
7 de junio de 2014
02:49:53
silvia susana dijo:
4
9 de junio de 2014
14:13:54
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