Cuando la aviación estadounidense asesinó al entonces presidente de Libia, Muamar al Gadafi, hace algo más de dos años, ya la cifra de muertos por los bombardeos superaba los 10 000 y 1,2 millones de personas desplazadas huían de las bombas.
Quedaban destruidas las más variadas instalaciones, entre ellas las del Patrimonio universal. Estados Unidos y Europa batieron palmas y hasta consideraron a Libia como un “caso cerrado”.
Nada más lejano de la realidad, como ocurre en otros países de la región también atacados e invadidos por tropas de Estados Unidos y de la OTAN y que hoy muestran una violencia superior a la de entonces. Libia no es la excepción.
Por estos días la última de las noticias se relaciona con la dimisión del recién designado primer ministro libio, Abdullah al Thini.
La ingobernabilidad, inseguridad ciudadana y la exacerbación de las diferencias étnicas y tribales, constituyen la triste realidad de un país que, además, ve saqueados sus recursos energéticos por compañías transnacionales provenientes de las mismas naciones que lo agredieron indiscriminadamente.
Se reporta que en el sur del país las batallas no son simples ataques tribales, sino el germinar de una alianza entre grupos étnicos libios negros con otras fuerzas que se proponen librar al país de un gobierno neocolonial instalado desde Washington.
Hay muchos reportes de prensa que refieren el renacer de la llamada “resistencia verde”, con combatientes bien armados que llegaron a atacar y ocupar la base de la fuerza aérea en la ciudad de Sabha, al sur.
También se producen reiterados ataques contra miembros del gobierno impuesto y recientemente se conoció la muerte del viceministro de Industria, Hassan al-Droui en la ciudad de Sirte.
Lo que sí está claro es que los focos de resistencia dan fe de un panorama donde las tribus y grupos étnicos en el sur, se han levantado para luchar contra la marginación política, económica y social a que están sometidos.
Un ejemplo de ello son las minorías étnicas Tawergha y Tabou, ambas compuestas por grupos africanos negros, que han sido atacadas por otros grupos apoyados por el gobierno central de Trípoli.
La situación en Libia hoy hace recordar aquel 17 de marzo del 2011, cuando se declaró la zona de exclusión aérea, preludio de los bombardeos que no cesaron hasta que Washington y la OTAN ultimaron al presidente Gadafi.
Allí queda la marca letal de una realidad que exhibe ante el mundo cuan “democrático” y “respetuoso de los derechos humanos” son los gobiernos norteamericanos.
Cuando se hace el balance de lo ocurrido en Libia —y lo que sucede en nuestros días, casi tres años después— y el escenario en Iraq o en Afganistán, invadidos, bombardeados, ocupados desde hace más de una década, queda clara la esencia de un sistema hegemónico que también quiere trasladar experiencias similares a Siria y Ucrania, focos de conflictos actuales.
Libia no es un “caso cerrado” como Damasco y Kiev son “casos abiertos” para las presentes y futuras aventuras imperiales.
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rolando dijo:
1
15 de abril de 2014
14:32:52
Jorge Flores dijo:
2
15 de abril de 2014
16:45:47
Beatriz dijo:
3
16 de abril de 2014
11:34:07
sergam dijo:
4
16 de abril de 2014
22:15:01
Pablo Arndt dijo:
5
17 de abril de 2014
17:08:59
Rosy rojas dijo:
6
17 de abril de 2014
21:46:59
Germán Mendoza dijo:
7
18 de abril de 2014
13:48:59
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