LAS TUNAS.— Inquieta, la pequeña Paula no logra conciliar el sueño. Tampoco Yoelianis Hernández puede dormir, en tanto el longevo Kiko Agüero se pregunta cómo es posible que avanzada la medianoche, esa estrepitosa y rimbombante música retumbe impunemente en toda la zona, irrespetando el derecho a la tranquilidad de niños, adolescentes, jóvenes, ancianos, personas enfermas, hombres y mujeres que al amanecer deben partir hacia sus centros de estudio y trabajo.
Más de una llamada ha puesto al tanto de esa indisciplina social a las autoridades encargadas de velar por la tranquilidad y el orden público. Y no falta quien busque ayuda u orientación en algún colega de la prensa.
Los acordes —nada acordes con lo prudentemente aconsejable, ni con lo legalmente establecido— continúan sin embargo inundando de malestar la madrugada.
"Y vamos a seguir la fiesta, pa´ que vean que esta es la exclusiva, la de siempre" —sentencia con acento triunfal, acaso desafiante, una voz cuando ya las agujas del reloj han enrumbado pasos hacia su segunda vuelta del nuevo día.
¿Será ese bocadillo verbal respuesta "indirecta" a la advertencia o indicación del carro patrullero que un rato antes fue enviado desde la Unidad correspondiente? No, no puede ser. A juzgar por la hora, debo estar soñando.
Un rato después cesa por fin el "ataque sonoro-artillero de largo alcance".
Clarea el día y con el amanecer circula la versión de "unos Quince" (fiesta quinceañera). Pero hay quienes hablan de una "disco móvil", cuyos dueños (amos al parecer también de la noche, del mundo y de la tranquilidad ciudadana) decidieron "tranquilamente" hacerle la competencia en decibeles a la mencionada "fiestecita".
Sea cual sea la realidad, fuese quien fuese el autor, se haya concedido o no permiso y hasta la hora que fuese, nada justifica que madrugada adentro cientos de familias no pudieran conciliar el sueño, y mucho menos tener que soportar la banalidad de una machacante y remachacante música, a veces empeorada por obscenidades que el exigente padre o la tierna madre les prohíben terminantemente a sus hijos, dentro y fuera del hogar.
La agresión contra el oído en Buena Vista no es fenómeno exclusivo de ese reparto, ni siquiera de la ciudad de Las Tunas.
Bicitaxis, autos, algún que otro vehículo de tracción animal y, sobre todo, discotecas móviles (que ponen y disponen a todo pulmón la "melodía" que le viene en antojo) se convierten en vectores concretos de un fenómeno que en muchas partes del país desconoce las más elementales normas de convivencia y que raya entre la indisciplina, el irrespeto, la impunidad y la desconsideración social.
Más de una vez han llegado hasta los medios de prensa cartas, mensajes y llamadas telefónicas de ciudadanos preocupados y molestos ante situaciones de ese carácter.
Tal vez una de las últimas cartas remitidas al periódico Granma corresponda precisamente a un tunero (Lázaro Enrique González) quien reitera el "insoportable malestar" que provoca la música amplificada a todo volumen desde una discoteca cercana al lugar donde residen él y numerosas familias más: calle Ramón Ortuño, entre Colón y Vicente García, en el centro de la ciudad.
Pero... ¿acaso no ha sucedido o sucede igual en su barrio? ¿Enfrentan los vecinos tal irregularidad? ¿Hacen inspectores y autoridades competentes lo que corresponde cuando se viola lo normado?
Y sobre todo, ¿llegará por fin el día en que los profanadores del espacio sonoro cooperen con vecinos y moradores, por conciencia y voluntad propias, o habrá que aplicarles, irremediablemente, el rigor de la misma ley que tan indiferentemente ignoran?


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Gonzalo Hernández dijo:
1
13 de marzo de 2014
16:06:14
Mandy dijo:
2
14 de marzo de 2014
18:00:15
toyo dijo:
3
21 de marzo de 2014
22:06:11
LazaroP dijo:
4
27 de marzo de 2014
11:33:04
René Bulgado Fdez dijo:
5
27 de marzo de 2014
12:10:16
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