La comunicación de guerra contra Venezuela está extremadamente activa. Pero la impunidad no tiene precedentes. El silencio cómplice ofrece ventajas a los matones que han declarado abiertamente que el hemisferio es de ellos, les guste o no a los demás, no importa capacidad nuclear ni el poder de veto.
La ONU, la Unión Europea y quien sea, tiene que obedecer porque así lo manda un rey que no quieren ni en Estados Unidos, pero con submarinos nucleares, portaviones, bombarderos estratégicos y radares infinitos, intimida al mundo con guapería de mafia imperial, pulveriza lanchas y a sus más de cien tripulantes, se roba tanqueros de petróleo y declara abiertamente su intención de matar al Presidente de un país soberano, si no se rinde ante sus amenazas.
La idea de un grupo de terroristas cubanoamericanos y venezolanos, que miden fuerza desde los últimos días de Obama en la Casa Blanca, se convierte en política oficial y estrategia de seguridad nacional, que define como blancos principales las riquezas del hemisferio Occidental.
Groenlandia, el Canal de Panamá, Canadá, el Golfo de México y Venezuela son objetivos declarados; mientras Nicaragua, Cuba y Colombia son víctimas de campañas difamatorias y de proyectos subversivos para acomodar la guerra mediática al antojo del Departamento de Estado, hoy al servicio del negocio de la guerra anticubana y contra los gobiernos progresistas de la región, y como Hitler, los incluyen en una cruzada anticomunista, en la que clasifican como tales hasta los miembros del Partido Demócrata, con tal de espantar e intimidar.
Al discurso grosero y mentiroso del secretario de Estado, Marco Rubio, cuestionado por antidiplomático, se suma el poco sorprendente y arrogante del presidente, Donald Trump, recordista mundial de falacias y ultimátums, lo mismo con aranceles, que amenazas de muerte, como la que acaba de proferir contra Maduro, postura que nada tiene que ver con la infame autodeclaración de promotor de la paz.
El lunes, Trump declaró que el líder venezolano sería «inteligente» si eligiera dejar el poder, y le advirtió que, si «se hace el duro», será «la última vez» que lo haga.
Mientras, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, repitió obedientemente ese día a Fox News que Maduro, «tiene que irse», como mismo corearon en Oslo, Noruega, días atrás, los asalariados antivenezolanos del magnate, que en operación secreta, con fachada de contratistas, convirtieron otra gran mentira en show global para la guerra, desde una presunta tribuna de paz.
Rubio, el artífice de la estrategia, aprovechó tres horas de disertación con periodistas en el Departamento de Estado el viernes, para repetir, en español e inglés, que el líder venezolano es «intolerable» para Washington, e ilegítimo, y no le alcanzaron los epítetos para concluir que «Estados Unidos logrará que Nicolás Maduro abandone el poder».
Cuando se le preguntó sobre los comentarios de la jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, quien sugirió que el verdadero objetivo del Gobierno de Trump con los ataques a supuestas embarcaciones de narcotráfico en el Caribe es derrocar a Maduro, Rubio respondió: «Pueden interpretarlo como quieran».
Si la Alemania nazi se declaró lista para imperar en Europa y lo intentó en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha declarado que América le pertenece y va por ella.















COMENTAR
Responder comentario