ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La jefa de Gabinete de la Casa Blanca confirmó las pretensiones de despojo contra Venezuela: Trump «quiere seguir volando barcos hasta que Maduro se rinda». Foto: TELESUR

No es la primera vez en la historia que Venezuela tiene que enfrentar imperios para proteger su soberanía e independencia. Las riquezas del país siempre han despertado la codicia allende los mares.

En pleno siglo XX, para Washington resultó intolerable que su antigua fuente de materias primas, a la que había esquilmado durante años, se convirtiera en bastión de independencia y unidad latinoamericana.

La guerra no declarada contra el pueblo venezolano comenzó bien temprano, no más Hugo Chávez Frías asumió el gobierno y la Revolución en el poder dio un giro al timón, alejándose del entreguismo habitual de los gobiernos anteriores.

El enfoque de la estrategia estadounidense ha seguido varias líneas claras: se inició con prohibiciones de visados a individuos, se expandió a sanciones sectoriales (finanzas, petróleo) y finalmente llegó al bloqueo económico casi total.

Mientras, la «razón pública» transitó desde la supuesta defensa de los derechos humanos y la democracia hacia las acusaciones de narcoterrorismo, especialmente desde 2020.

Desde principios de 2025, la administración Trump ha escalado significativamente, pasando de la presión económica al posicionamiento militar, ataques directos a presuntos envíos de drogas y operaciones de inteligencia.

Ahora, el nuevo pirata del Caribe, émulo de Jacques de Sores y Henry Morgan, otorga a su marina patente de corso para asaltar embarcaciones civiles, asesinar pescadores y robar barcos cargados de petróleo; eso, si Venezuela no le devuelve su derecho a robarla, nada más parecido a un asalto a mano armada.

No es una novedad, existen paralelismos históricos entre el actual bloqueo naval estadounidense a Venezuela y el bloqueo impuesto a ese país por las potencias europeas, entre 1902 y 1903, que también implicó la confiscación de buques.

Entonces estuvieron involucrados el Imperio Británico, el Imperio Alemán, el Reino de Italia y Estados Unidos. Declararon el bloqueo naval de puertos claves, bombardearon fortificaciones, apresaron y hundieron buques de la armada venezolana.

Cuando aquello, intentaron justificar la acción como un cobro forzoso de la deuda externa venezolana y una compensación por daños a ciudadanos y propiedades extranjeras.

Hoy hablan de combatir el narcoterrorismo, la trata de personas y el financiamiento del «régimen ilegítimo de Maduro», designado por la Casa Blanca como «organización terrorista extranjera».

La respuesta de Venezuela siempre será la misma: resistencia militar, movilización popular, denuncia ante la ONU de los agresores por violación del Derecho Internacional y «piratería».

El objetivo en ambos casos fue estrangular la principal fuente de ingresos. A principios del siglo xx el bloqueo interrumpió el comercio marítimo. En 2025, el bloqueo a los petroleros sancionados busca paralizar ese sector, que ya opera por debajo de su capacidad debido a sanciones previas y es vital para las finanzas del país.

Altos funcionarios de la administración Trump han indicado que la campaña militar busca presionar al presidente Nicolás Maduro para que «se haga a un lado».

Cabe destacar que la jefa de Gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, confirmó las pretensiones de despojo contra Venezuela. Trump «quiere seguir volando barcos hasta que Maduro se rinda», declaró en una entrevista con Vanity Fair, publicada este martes.

En resumen, la estrategia de utilizar un bloqueo naval y la incautación de barcos para presionar política y económicamente a Venezuela tiene un claro precedente histórico.

Los métodos y la retórica pueden diferir, pero la dinámica de una potencia (o potencias) empleando su fuerza naval para imponer demandas a Venezuela se repite más de un siglo después.

Fuentes: Home. treasury.gov, CFR.org, Mazo 4F.com

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