ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Cámara de Caracas

Se le llamó de varias formas: Plaza Mayor, Principal, de Armas, de la Catedral, del Mercado. Entre sus faroles, en sus bancos, a la sombra de sus árboles «altos y olorosos» se ha hecho historia. En 1810 fue el sitio donde Venezuela dio el primer paso hacia su independencia. En 1874, con la sonora reverencia de los cañones y el repique de las campanas, no solo adquirió su nombre definitivo –Plaza Bolívar de Caracas–, sino que acogió a su anfitrión, venerable y gallardo, Libertador de América.

Sobre un pedestal, en cuyo interior se conservan documentos y monedas de la época, se erige, por cuatro metros, en bronce y cobre, cabalgando, Simón Bolívar, al que le habló Martí, «al anochecer y sin quitarse el polvo del camino».

Y, también –estamos seguros– le hablaron otros valientes, decisores del destino de sus pueblos, cuyos hombros sostuvieron con hidalguía el anhelo bolivariano de una América unida. Y trazaron, desde el «alba» regional, un nuevo derrotero para conquistarlo, con el legado de aquel que amó «la libertad de la América» más que a su «gloria propia, y para conseguirla» no ahorró «sacrificios».

Con una mano el héroe de la estatua sostiene las riendas de su caballo. En la otra lleva el sombrero y, por el gesto, más que ofrecerlo parece convidar. No lo dicen los historiadores ni consta en libros, pero visitantes de todas las latitudes aseguran que se trata de una invitación a no ceder, no rendirse. Nos dice: «echemos el miedo a la espalda y salvemos a la patria».   

Con Bolívar vigilante ante el asecho insistente de quienes, con toda prepotencia, pretenden volvernos a un pasado colonial, la Plaza se parece a Nuestra América. Se siente como Nuestra América. Ha sido escenario de ejecuciones, derrotas, victorias, días aciagos, fiestas al estilo latino, rebeliones y reafirmaciones. Y, desde que El Libertador, en su siembra, «se ha ido a vivir» allí, no se funda ni se trabaja porque vayan juntas las naciones del área, sin que no esté en cada acción su impronta. 

Y es que el líder de la Campaña Admirable no le «pertenece» solo a Venezuela, ni siquiera a los pueblos que ayudó a libertar: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia. Plazas Bolívar se han fundado en todos los estados de la nación sudamericana, y en otros países del mundo, donde son asidero para recodar que, si a algún pueblo nuestroamericano le apuntan los cañones yanquis, si pretenden –con ínfulas imperialistas– convertir al Caribe en patio trasero, no habrá otra respuesta que no sea la de la unidad, la del bolivarianismo contra el monroismo.

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