ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
En el camino para «hacerse grande otra vez», Washington pretende expulsar por la fuerza a más de un millón de migrantes. Foto: EFE

Un nuevo golpe racista de la alianza Trump-Rubio a los inmigrantes de Cuba y otros países latinoamericanos con esperanzas de lograr la reunificación familiar mediante programas migratorios de Estados Unidos, se produjo el viernes, con otra mala noticia como «regalo» de fin de año.

El Departamento de Seguridad Nacional afirmó, de forma categórica, que estaba «poniendo fin a todos los programas de libertad condicional para la reunificación familiar (FRP) de extranjeros procedentes de Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití y Honduras, así como para sus familiares directos».

La decisión impacta a residentes en Miami, donde amplias comunidades hispanas se han asentado durante décadas y han recurrido, en buena medida, a los programas de parole de reunificación familiar.

Según medios estadounidenses,

la medida no solo afecta los procesos de residencia, sino también a otros beneficios migratorios claves dentro de los programas de reunificación familiar, como los permisos de trabajo. Una vez terminado el periodo de libertad condicional de un extranjero bajo esos programas, también se revocará la autorización de empleo basada en dicho parole.

Los extranjeros que no tengan una base legal para permanecer en Estados Unidos, tras la finalización de los programas, deben abandonar el país antes de la fecha de culminación de su permiso de salida.

En la semana en que el mundo celebró el Día Internacional de los Derechos Humanos, entre amenazas de más guerras, piratería en el Caribe, despojo y restricciones, los migrantes latinos solo recibieron malas noticias, más incertidumbre, humillaciones y el ultimátum de salir por las «buenas», autodeportarse, o la oferta de Trump de intentar quedarse si paga un millón de dólares, como un chantaje por vivir en EE. UU.

Es el camino de Washington para «hacerse grande otra vez», expulsando por la fuerza de los pantalones de Trump y Rubio a más de un millón de migrantes, en nombre de la hegemónica y excluyente «EE. UU. primero».

Todos caben en el saco de los ilegales, de los deportables, de los «criminales del sur»,  cuando violaciones flagrantes de los derechos humanos desde la Casa Blanca sirven a los magnates blancos, llenan los bolsillos del negocio de las deportaciones masivas, de los empresarios de las prisiones, de los traslados terrestres y aerolíneas fantasmas o contratadas a costa del sufrimiento de comunidades y familias que serán divididas a la fuerza o perderán la esperanza de volverse a reunir con sus seres queridos.

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