La noticia llegó este fin de semana: la Unión Europea (UE) decidió congelar indefinidamente el dinero de Rusia que se encuentra en bancos de esa región, cifra que supera los
246 000 millones de dólares.
El hecho, además de ilegal, ha sido calificado por las autoridades rusas como «un robo». Por su parte, los directivos de la UE han argumentado que, con esta acción, pretenden fortalecer la guerra en Ucrania, es decir, que emplearán el dinero de Rusia para facilitar más armas contra ella.
Y es que las recientes medidas antirrusas, por parte del bloque europeo, están vinculadas a la financiación de la guerra en Ucrania, luego de que Estados Unidos impuso el criterio trumpista de facilitar el armamento, pero no pagarlo, o sea, una ecuación muy clara: «EE. UU. vende las armas para la guerra en Ucrania, y Europa las paga».
La ue está montada en el carro de las sanciones económicas contra Moscú, acción que ha ido en detrimento de los propios pueblos de las naciones del Viejo Continente, en primer lugar, por la suspensión de la adquisición del gas y el petróleo rusos, más cercanos, baratos y seguros y, en segundo lugar, como era de esperar, adquirir esos combustibles desde Estados Unidos, decenas de veces más lejanos, caros e inseguros.
Traer el gas desde EE. UU. es en un «tiro en el pie para los propios europeos». Además de las razones anteriores, varios países de la UE se oponen a ello, lo que representa una ruptura, cuando debiera predominar la unidad.
Esta es la historia que caracteriza el accionar de la UE, donde algunos directivos están totalmente alineados con los intereses estadounidenses, sin tener en cuenta las veces que el propio mandatario, Donald Trump, arremete contra los países de ese bloque y se expresa de forma humillante contra él.
El nacimiento de la Unión Europea, en 1993, parecía el advenimiento de una comunidad de naciones que mucho podían lograr en los esfuerzos de construir un mundo multipolar, y fomentar con ello la paz y el uso del diálogo y el consenso en los diferendos internacionales.
Por aquella fecha había coincidencia en la importancia del bloque, y de manera especial, lo que se argumentaba, en cuanto al papel que podría desempeñar el ente como «equilibrio», para hacer una región con presente y futuro propios, distanciada del hegemonismo estadounidense.
Había desaparecido, por esos años, el llamado «campo socialista europeo» y la Unión Soviética se había desintegrado. Estados Unidos estaba de fiesta. Occidente batía palmas y la OTAN afilaba sus dientes y engrasaba sus armas.
Sin embargo, hay incertidumbre, mientras se espera con optimismo que la UE pueda demostrarse como una agrupación que tiene capacidad política y económica, por lo que no debe mantenerse anclada a hegemonías foráneas, ni dejarse arrastrar por un militarismo agresivo que a quien único beneficia es a EE. UU.
Son retos que solo los propios europeos pueden vencer. Las sanciones y las guerras no deben formar parte de su escenario.
Nada fácil la tarea, y más, cuando en algunos casos, lejos de liberarse de ataduras que la lastran, se ha inclinado por ceder a presiones políticas hegemónicas y formar parte del lobby antirruso fomentado desde Washington.
Otro hecho que ha contribuido a lo que sucede hoy está centrado en el ascenso al poder, en uno u otro país miembro de la UE, de un pensamiento alejado de su carácter democrático y más bien con intenciones extremistas y hasta xenófobas.
Los destinos de la institución deben contribuir a la unión de un conglomerado de países que optaron por ella. No es el momento de una tendencia antirrusa, ni la aplicación de sanciones al estilo de los gobiernos estadounidenses en el que el universo de la UE debe desempeñarse. Más bien, es una tendencia opuesta al contenido que se propuso desde su creación.
Un reciente artículo del New York Post, que Trump posteó en su sitio Truth Social, refiere que «los europeos, impotentes, solo pueden enfurecerse porque el mandatario estadounidense los margine en cuanto a su propuesta de acuerdo con Ucrania.
«Los europeos son pacifistas que quieren prolongar una guerra, guerreros sin espadas, estrategas que no tienen ni ideas, y aliados que conspiran y se burlan de su patrón y protector estadounidense», señala el artículo.
Con el advenimiento del nuevo año, a Europa le ha llegado el momento de despojarse de ataduras foráneas y concentrarse en la unión y el desarrollo en beneficio de sus pueblos.















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