La violencia física y sexual destruye o quebranta la vida de numerosas mujeres, cual pandemia global de la peor especie; sin embargo, la contención apenas progresa y las perspectivas resultan inciertas.
«Es una de las injusticias más antiguas y extendidas de la humanidad, y aun así sigue siendo una de las que menos atención recibe», lamentó el director general de la Organización Mundial de la Salud (oms), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Ponerle fin no consiste simplemente en aplicar políticas públicas; se trata de una cuestión de dignidad, igualdad y derechos humanos, juzgó el experto.
Casi una de cada tres habitantes –alrededor de 840 millones de féminas– «ha sufrido actos violentos por parte de su pareja o de carácter sexual a lo largo de su vida, una cifra que apenas ha variado desde el año 2000», reveló un estudio suscrito por la oms y otras instituciones del sistema de las Naciones Unidas.
Solo en los 12 meses más recientes, 316 millones –el 11 % de las mayores de 15 años de edad– fueron víctimas de este tipo de agresión, señaló el organismo, al presentar la investigación el pasado 19 de noviembre.
Durante las dos últimas décadas, apenas hubo avances en el intento de exterminar el flagelo, evidenció el diagnóstico, considerado por los expertos como el más exhaustivo de su tipo hasta la fecha.
Pese a la magnitud del problema, los recursos para el enfrentamiento disminuyen. Por ejemplo, en 2022 solo el 0,2 % de la asistencia oficial para el desarrollo se destinó a programas preventivos de la violencia de género, y la financiación continuó mermando en 2025, reflejó la pesquisa.
Al decir de los especialistas, los recortes tienen «graves repercusiones negativas» en las organizaciones, los servicios y la investigación relacionados con los derechos de las mujeres.
Muchas víctimas, apuntó la oms, quedan embarazadas sin desearlo y tienen un mayor riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual y de padecer depresión. Por ende, recordó, los servicios de salud sexual y reproductiva son un punto de acceso fundamental para que reciban atenciones de calidad.
Asimismo, sufren discriminación «por ser pobres, tener una discapacidad o por otros factores, lo que las expone a un riesgo aún mayor. Este ciclo devastador se extiende a las familias, las comunidades y las generaciones posteriores», consideró la directora ejecutiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Diene Keita.
Con bastante frecuencia, los abusos físicos y sexuales comienzan en edades tempranas. En los últimos 12 meses, 12,5 millones de muchachas de 15 a 19 años recibieron uno o ambos atropellos por parte de su pareja, alertó la investigación.
La indagación también exploró el panorama más allá del ámbito conyugal y estimó que al menos 263 millones de mujeres fueron afectadas por la violencia sexual de un familiar, un amigo, una figura de autoridad o un desconocido, durante el último año.
Aun así, las estadísticas reflejan de manera insuficiente la prevalencia real del fenómeno porque, en muchos lugares, ellas no se atreven a revelar las experiencias lacerantes. Factores como los estigmas, los miedos a represalias y la falta de apoyo institucional dificultan las denuncias y cultivan el mutismo.
Los maltratos físicos tienen sustento en patrones culturales y normas sociales que asignan roles inferiores a las mujeres, normalizan el control masculino y justifican los golpes para imponer disciplina desde la infancia.
En no pocas ocasiones, la ruptura del ciclo vicioso está limitada por la carencia de autonomía económica de las víctimas y la débil actuación legal contra los perpetradores.
Tampoco debería desconocerse que «algunas encuestas no están bien diseñadas o no se realizan correctamente, lo que provoca que muchos casos queden ocultos», dijo la oms.
A juicio de Tedros Adhanom Ghebreyesus, ninguna sociedad puede considerarse justa, segura o saludable mientras la mitad de su población vive con miedo.
«Es indispensable empoderarlas para lograr la paz, el desarrollo y la salud. Un mundo más seguro para las mujeres es un mundo mejor para todos», sintetizó.
Ello exige «valentía, compromiso y un esfuerzo colectivo», opinó la directora ejecutiva de onu-Mujeres, Sima Bahous, con motivo de la presentación del estudio.















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