El año 2025 podría convertirse en el segundo o el tercero más cálido jamás registrado en la historia contemporánea, como expresión de las alteraciones climáticas, cuyas consecuencias amplifican las disparidades socioeconómicas y la pobreza en la Tierra.
Datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirmaron el pronóstico e indicaron que cada uno de los últimos 11 periodos anuales –de 2015 a 2025– están incluidos entre los más tórridos, desde que comenzaron las observaciones regulares hace 176 años.
Según el diagnóstico, las concentraciones de gases de efecto invernadero, que retienen el ardor en la atmósfera y el contenido calorífico de los océanos, alcanzaron «magnitudes sin precedentes en 2024 y prosiguieron con su escalada en 2025».
Al mismo tiempo, continuó el decrecimiento del hielo marino en el Ártico y la Antártida, así como la tendencia a la subida del nivel del mar a largo plazo, corroboró el análisis, publicado el 6 de noviembre.
Los eventos extremos causaron «alteraciones socioeconómicas desmedidas» y cuantiosas muertes, dijo la OMM, que recordó las inundaciones en África y Asia, los incendios forestales que arrasaron zonas de Europa y América del Norte, los episodios de calor extremo en todo el orbe y la ocurrencia de letales ciclones tropicales.
Tras el reciente paso del huracán Melissa por el Caribe, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dio cuenta de la compleja situación en Jamaica, Cuba, Haití, Bahamas y otras islas, debido a las interrupciones de servicios, los daños en viviendas e infraestructuras públicas y la destrucción de cultivos.
La devastación –comentó– pone de relieve cómo los impactos cada vez más intensos del cambio climático están generando desastres más frecuentes y severos.
Los hechos subrayan «las crecientes presiones climáticas que enfrentan los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, cada vez más afectados por huracanes, inundaciones y sequías de gran magnitud», agregó el organismo en su página web.
Aunque los estragos de la crisis medioambiental se dejan sentir por doquier, los mayores perjuicios recaen sobre las poblaciones en desventaja económica y social, sustentó el PNUD al elaborar el Índice de Pobreza Multidimensional global de 2025.
A escala mundial, hay unos 1 100 millones de individuos en situación de precariedad multidimensional y 887 millones de ellos –casi el 80 %– están expuestos directamente a las crudezas climáticas, señaló el documento, que contempló informaciones de 109 Estados, con una población total de 6 300 millones de habitantes.
Bajo el título de Overlapping Hardships: Poverty and Climate Hazards (Penurias simultáneas: pobreza y amenazas climáticas), el examen estableció inéditas correlaciones estadísticas entre ambos flagelos.
No menos de 651 millones de personas con carencias agudas –debido a cuestiones de salud, educación y nivel de vida– se ven afectadas por dos o más amenazas asociadas al clima, acreditó la fuente.
Además, «las cargas identificadas no se limitan al presente y se prevé que se intensificarán en el futuro», advirtió Pedro Conceição, director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD.
Con el respaldo de 43 Estados y la Unión Europea, el pasado 7 de noviembre fue aprobado, en la ciudad brasileña de Belém, un nuevo pronunciamiento internacional sobre el tema.
La Declaración de Belém sobre Hambre, Pobreza y Acción Climática Centrada en las Personas emergió como el nuevo pacto moral de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP30), cuyas sesiones se extenderán hasta el próximo 21 de noviembre en esa localidad sudamericana, reportó Prensa Latina.
Impulsado por Brasil y avalado por naciones de los cinco continentes, el texto reconoce que los efectos del calentamiento global son desiguales y golpean con mayor dureza a las comunidades pobres, rurales e indígenas, explicó la reseña periodística.
Reclama, por tanto, una reorientación del financiamiento climático, en función de proyectos que puedan ofrecer beneficios humanos directos en materia de seguridad alimentaria, salud y resiliencia comunitaria frente a los desastres.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, instó a las potencias a que dejen de cobrar intereses por la financiación ambiental a naciones del Sur Global. «No tiene sentido exigir ambición a los países en desarrollo si los recursos llegan en forma de deuda», denunció.
«La COP30 –afirmó– será la COP de la verdad. Es el momento de enfrentar la realidad y decidir si tenemos el coraje de transformarla».
Al decir de los participantes, el encuentro en Belém es un signo de esperanza. Esperemos, entonces, por los frutos tangibles.















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