ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El consumo de drogas en EE. UU. se agrava también por el acceso a fármacos recetados. Foto: EFE

Mucho daño ha causado el consumo de drogas en EE. UU., desde que en el siglo xix el opio y la morfina se extendieron por el país con la llegada de inmigrantes chinos y la apertura de fumaderos en San Francisco.

Luego, el uso de la morfina se extendió como analgésico durante la Guerra de Secesión.

De 1900 a 1940 el cannabis y la cocaína reinaron a lo largo y ancho de la nación como drogas «recreativas». Para poner solo un ejemplo, en 1925 había 200 000 adictos a esas sustancias.

En las décadas de 1960 y 1970 aumentó el consumo de estupefacientes. A las anfetaminas (benzedrina), populares desde 1930, se incorporó el LSD, descubierto en 1943, para uso siquiátrico y recreativo.

El LSD fue utilizado en experimentos de control mental por la CIA, en proyectos como MK-Ultra y fue suministrado de forma intencional en conciertos de rock, en universidades y otros centros de estudios.

De 1980 a 2000 se pusieron de moda la cocaína y el crack, con grandes mercados y alta violencia en ciudades como Miami.

Entre 1985 y 1986 un gran escándalo estremeció EE. UU., el Gobierno de Ronald Reagan se involucró en dos operaciones ilegales: tráfico de drogas y de armas. En resumen, vendían drogas para comprar armas a Irán, armas que luego eran suministradas a la Contra nicaragüense.

La mayor parte de esas drogas se vendió dentro del propio Estados Unidos; los grandes cárteles no solo crecieron y se extendieron con el apoyo de la CIA, sino que crearon estructuras poderosas.

El marketing agresivo del OxyContin llevado por Purdue Pharma, inició una gran crisis de opioides recetados en 1990, que sumó millones de adictos y abrió el camino a nuevas variantes más peligrosas y adictivas.

Hoy el consumo de drogas en Estados Unidos está dominado por el fentanilo, una sustancia extremadamente potente, que ha generado una emergencia de salud pública.

Se trata de un opioide sintético, entre 50 y cien veces más potente que la morfina. Una dosis de dos miligramos puede ser letal. Se vende como polvo o en pastillas falsificadas que imitan medicamentos recetados (Oxicodona, Xanax, Adderall).

Los adolescentes y adultos jóvenes son los más vulnerables, por la accesibilidad a pastillas falsas en las redes sociales.

Para agravar aún más la situación, un fármaco llamado xilacina o tranq, un sedante veterinario no autorizado para humanos, se detecta cada vez más en el suministro de sustancias ilícitas. Su uso está asociado con graves heridas en la piel y úlceras que pueden llevar a amputaciones y a la muerte.

Sin duda, el consumo de drogas constituye un drama mayor en el mundo, sobre todo en el país que se erige como persecutor de traficantes, dispuesto a desatar guerras y saltar sobre leyes humanas y divinas.

Es un fenómeno que destruye el tejido social del país norteño, sin que Washington asuma la responsabilidad interna que le corresponde, para proteger el futuro de sus más jóvenes ciudadanos.

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