El cierre del Gobierno federal de Estados Unidos sobrepasó a su día 36, convirtiéndose oficialmente en el más prolongado de la historia del país, superando al establecido en 2019, en el primer mandato del presidente Donald Trump.
Sin negociaciones en curso es muy probable que el cierre continúe por tiempo indefinido. Lo que comenzó como otro forcejeo político habitual en Washington, se ha transformado en una crisis nacional con consecuencias tangibles para millones de estadounidenses.
Más de un millón de empleados federales, desde agentes de la TSA hasta científicos de la NASA, enfrentan su segunda quincena sin salario. En esta situación luchan por pagar gastos básicos.
Pero la crisis se extiende más allá de la nómina federal, los contratistas privados que proveen servicios al Gobierno, desde la seguridad hasta el mantenimiento de edificios, no reciben ingresos y no tienen ninguna garantía de pago retroactivo.
Por otra parte, se afectan los Programas de Ayuda Alimentaria, la administración de los programas snap (cupones de alimentos) y WIC (para mujeres, bebés y niños), ha comenzado a interrumpirse, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de millones de familias de bajos ingresos.
Puede haber retrasos en la aprobación de nuevos medicamentos por la FDA, y programas de salud pública ven reducidos sus servicios.
Si bien los controladores aéreos y los agentes de la TSA continúan trabajando, lo hacen sin pago, lo que genera preocupaciones sobre la seguridad operativa a largo plazo. Mientras que esferas como las de investigaciones del FBI y otras agencias federales se han ralentizado.
El costo total para la economía por la interrupción de miles de millones de dólares de fondos federales resulta incalculable. Sin embargo, mientras la crisis se profundiza, el presidente Trump, exhibe una imagen de imperturbabilidad: recientemente organizó una lujosa fiesta de Halloween en su club de Mar-a-Lago, Florida.
En una entrevista para 60 Minutes, el mandatario calificó a los demócratas como «lunáticos desquiciados» y aseguró que se verían obligados a capitular.
Por su parte, los congresistas demócratas mantienen su rechazo a las condiciones impuestas por la Casa Blanca, argumentando que ceder ante un cierre de Gobierno sentaría un precedente peligroso para la gobernabilidad futura.
Cada día que pasa la narrativa de un Gobierno desconectado de las penurias de la gente común gana fuerza, erosionando más la imagen de Donald Trump entre los votantes independientes y moderados.
No estamos en presencia solo de una disputa presupuestaria, se trata de un síntoma más de una fractura política profunda en el país, el precio puede ser demasiado alto para el maltrecho sistema estadounidense.















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