El lento crecimiento económico, la baja productividad, las desigualdades perennes, la fragmentación social y la insuficiente contención de los estragos climáticos caracterizan a la región más desigual del planeta: América Latina y el Caribe (ALC).
En torno a 2022, la miseria –vista desde diferentes ángulos– afectaba al 32 % de los menores de 18 años de edad, al 20,9 % de las personas de 18 a 59 años, y al 21,7 % de los adultos mayores, avaló el Índice de Pobreza Multidimensional para América Latina, presentado, en abril de 2025, por la Cepal y el Pnud.
Uno de los desafíos «estructurales, persistentes y pendientes», es la vulnerabilidad a la pobreza, afirmó la directora regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), Michelle Muschett, al presentar el estudio junto al secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), José Manuel Salazar-Xirinachs.
Aunque hay notables contrastes entre los países, el conjunto de ALC exhibe un desempeño macroeconómico endeble. Por ejemplo, entre 2015 y 2023, el producto interno bruto (PIB) del área avanzó a una tasa anual promedio ponderada de apenas 0,9 puntos porcentuales.
El comportamiento fue incluso inferior al observado en los años 1980, durante la llamada «década perdida», cuando el PIB registró una expansión anual promedio del 2,3 %, indicó la Cepal en 2024, a través de su informe América Latina y el Caribe ante las trampas del desarrollo: transformaciones indispensables y cómo gestionarlas.
Disímiles problemas para nada responden a factores coyunturales; de ahí, el concepto de trampas, estructurado por la Cepal, para resumir la existencia de «círculos viciosos que se refuerzan mutuamente y conducen al estancamiento e, incluso, al deterioro de las condiciones económicas, sociales, ambientales e institucionales».
Entre las trampas fundamentales figura la baja capacidad para crecer; ello obedece, en buena medida, a la lenta transformación productiva y a su correspondiente productividad «estancada e, incluso, decayendo hace más de una década», argumentó la fuente.
El fenómeno –detalló– está asociado básicamente con tres factores que se retroalimentan de forma negativa: el escaso ascenso de la productividad, los déficits de inversión, y el traslado de la mayor parte del empleo a los sectores de menor rendimiento.
Al retomar el tema este año, la Cepal advirtió que la productividad laboral promedio de ALC creció un 2,2 %, entre 2023 y 2024, pero el alza fue insuficiente para rebasar la situación general de rezago.
El informe anual –Panorama de las Políticas de Desarrollo Productivo en América Latina y el Caribe 2025. ¿Cómo salir de la trampa de baja capacidad para crecer?– también evidenció una elevada disparidad al comparar países, territorios, empresas y ramas generadoras de bienes y servicios.
Según recomendó el análisis, los Estados deberían trabajar en agendas estratégicas en torno a sectores impulsores, incrementar las inversiones en ciencia, tecnología e innovación, y redoblar los esfuerzos colaborativos entre los distintos niveles y actores, así como promover el funcionamiento de clústeres y de otras formas de articulación productiva, y aprovechar las ventajas de la cooperación.
Pese a los empeños desarrollistas, ALC no ha logrado romper la subordinación, con la que ingresó a la lógica capitalista, alertan investigadores, como el argentino Julio César Gambina, doctor en Ciencias Sociales y profesor de Economía Política.
En esa dinámica y producto de la división internacional del trabajo, «el papel de la región se asumió como proveedora de materias primas para una industrialización que expresaba las aspiraciones universales de la dominación burguesa», expuso el académico, en un texto titulado Latinoamérica y el Caribe atrapados en la dependencia.
Con el paso del tiempo, la desventaja original continuó avanzando ante la necesidad de importar bienes de capital, maquinarias, herramientas, tecnología e insumos estratégicos para la producción contemporánea, sustentó.
Además, «la dependencia se agudizó con la hegemonía de las políticas de liberalización que atrajo el neoliberalismo de los 70/80 en los gobiernos de la región, más aún con el decálogo del Consenso de Washington en los 90 del siglo XX», recordó el también integrante de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico.
Bajo los marcos del sistema, pueden prosperar diversas iniciativas airosas, e incluso, esperanzadoras y de relativa eficacia a largo plazo; pero la lógica capitalista reproduce las trampas del subdesarrollo en Latinoamérica y el Caribe.















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