Uno quiere ser cool y sexy cuando habla y no andar por la senda de lugares comunes, y hasta piensa en pedir perdón si a la altura de octubre de 2025, después de tanto tiempo y tanta tempestad, le sale del lápiz la palabra colonialismo.
Colonialismo y otras que terminan igual y hasta suenan a muela bizca, sobre todo luego de que Fito Páez les diera el tiro de gracia –solo a nivel estético, hay que decir– en su canción, con aquello de «ya no pertenezco a ningún “ismo”», decía como quien dice ya no me importan; «me considero vivo y enterrado», reconoció, decentemente, de inmediato.
Y uno quiere andar en eso de fumar el humo mientras todo pasa al lado del camino, defender que le gusta abrir los ojos y estar vivo, pero –vivan los peros–, de pronto escucha que un país noroccidental habla de «solución política realista, práctica, duradera y mutuamente aceptable», y ahí mismo se tranca el dominó.
El dominó se tranca más todavía cuando se trata de un proyecto de resolución que va a votarse esta semana en Naciones Unidas; cuando quien lo presenta es Estados Unidos; y cuando se refiere al destino del pueblo saharaui y su territorio, cuya soberanía le ha sido largamente negada, primero por España, no hace tanto como para lavar culpas, y hasta hoy por el Reino de Marruecos.
La caricatura acentúa más sus rasgos si recordamos que, hace casi exactamente un mes, Estados Unidos presentó un pretendido plan de paz para la Franja de Gaza, en el que, si de compromisos se habla, la palabra Gaza se repite unas 28 veces e Israel apenas ocho; entraron camiones con ayuda humanitaria, pero siguieron los bombardeos sionistas, y se sumaron los correspondientes al sur del Líbano, para no perder viejas costumbres.
Si bien sus respectivos ocupantes tienen lenguas y religiones distintas, prevalecen en ambos casos, Sahara Occidental y Palestina, los patrones de la dominación colonial, incluso las posturas tibias, tendenciosas y con mucho «respeto» por las partes –como si las partes estuviesen en igualdad de condiciones– desde quienes tuvieron un futuro y llevan un presente colonial (ista), además de un soñado futuro con esa clase de garantías.
Lo que toca escuchar, a finales de octubre de 2025, es la igualdad de responsabilidades entre el Frente Polisario (la resistencia) y el Estado interventor; y que el nuevo plan de paz se apoye en una propuesta del propio Marruecos.
Determinados planes de paz no solo van en busca de un premio Nobel, aunque este año no le haya tocado al patrocinador. Determinadas propuestas de paz van en busca de la tranquilidad hegemónica, que se traduce en relaciones de poder idénticas a las actuales, pero sin gente luchando por cambiarlas.
Cuando lo mejor de nuestros pueblos escucha términos como realista, práctica, duradera y mutuamente aceptable, relativos a la paz, se recuerda entonces que nuestro realismo es el de realizar lo imposible, que prácticas y duraderas solo son la dignidad y la vida, y que no existen condiciones «mutuamente aceptables» entre los jodidos de siempre y los innombrables que ya ustedes conocen.















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