Palestina duele. Y Cuba –segura de que el sufrimiento compartido entre hermanos toca a menos– la acompaña en su reclamo por la paz. Hay millones de hombres, mujeres, ancianos y niños para quienes no existe más claridad que la de las bombas detonando. El sionismo ha puesto su mano asesina en Gaza y no puede el mundo callar ante la barbarie.
La voz de la Isla, siempre acompañando a la justicia y defendiendo la vida, no se contaminará con la de quienes han decidido estar del lado de los que se dejan enceguecer por el poder.
Cuando se trata de hacer el bien, detener los baños de sangre y devolver la dignidad, todo silencio es cómplice. Con esa certeza, hoy miles de cubanos han amanecido en la tribuna antimperialista José Martí, de La Habana, para exigir, una vez más, el cese de ese crimen horrendo que cercena vidas sin dejar espacio a la esperanza.
Mientras tanto, en el resto del país se llevan a cabo actos de solidaridad, con la firme convicción de que no habrá justeza en esa región hasta que dejen de morir pueblos a manos del odio visceral de la ambición.
COMENTAR
Responder comentario