ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Imagen de Beijing, la capital de China. Foto: Madeleine Sautié Rodríguez

BEIJING.–Desde que tengo uso de razón la expresión me es familiar. Quizá por ese rasgo personal de desconectarme del mundo cuando no me motivaba una clase, una conversación o un asunto al que debía estar atenta me gané alguna vez el señalamiento que marcaba mi estado de distracción: «está en China».

La lejanía del país respecto a Occidente, su antiquísima cultura, tejida con exóticos plumazos de misterio y belleza, la seducción que provoca su extraña realidad, parecen sustentar la semántica de una frase que no pierde uso en la voz popular cubana siempre que se le hace necesario al hablante referirse a alguien, que sin lograr concentrarse en tiempo y espacio, deja volar su imaginación hacia algún pensamiento, otorgándole absoluta prioridad.

Cierto es que algunas razones como las citadas podrían avalar similitudes entre el estado de distancia que sufre el individuo al que se le espeta el dicho y el natural espacio geográfico en que, respecto a nosotros, se ubica la civilización; sin embargo, basta llegar hasta aquí para que quien usa la frase de marras comprenda que estar en China es otra cosa.

Impacta ver amanecer a los hijos de la nación más poblada del planeta, donde 56 etnias saben convivir en armonía, sumando alrededor de 1 339 millones de personas que conforman la quinta parte de la población del mundo. En Beijing, la vida empieza temprano y el andar cronometrado de su gente abarrota las calles de una inmensa ciudad donde el rojo, preferido en carteles y señales, matiza la solemnidad de sus incontables rascacielos.

Sin el menor esfuerzo el visitante advierte los pasos disciplinados del universo chino, lo mismo si el andar adopta su forma natural, o si tiene lugar en buses, autos o bicicletas. La urbe se mueve sabiendo bien hacia dónde se dirige y el orden impecable habla y nos cuenta de un país que marcha, aceleradamente, para bien de la humanidad.

Más allá de datos y cifras, que apuntan al exitoso rumbo del país, China es heredera de ricos bienes culturales del orbe, guardados a buen recaudo. Entre ellos figuran la música, la danza, la ópera, el folclor, los deportes, las bellas artes y la acrobacia, entre una larga lista de patrimonios. Más de 3 000 bibliotecas públicas donde se atesoran unos 800 millones de ejemplares se extienden por todo el territorio nacional que ha entrado con paso firme a la era digital otorgándole nuevas connotaciones a sus habitantes.

Aunque no lo es, a los chinos pareciera no importarle el mundo. Todo está con ellos, ellos para todo bastan. 

Desde sus teléfonos inteligentes, sin los que ya no se vive aquí, a juzgar por el grado de informatización que baña a mares al país, la vida se conecta, ramificada a todo uso tecnológico posible. Un sistema especializado de seguridad informática actúa como red protectora nacional, animado, entre muchas otras aplicaciones y
programas, por el wechat (una red social o plataforma parecida a otras que usa la mayoría de las sociedades digitalizadas contemporáneas), con el que la vida les fluye a la distancia de un clic.

La lectura de la prensa, la consulta precisa, las actividades económicas personales, las compras –desde las especies y verduras que abundan en su exquisita culinaria hasta lo inimaginable–, las reservaciones para lo que sea necesario, pasa por la vibra digital, sin que se distinga demasiado su uso entre nativos digitales y abuelos, ni signifique amenaza alguna para el mundo impreso, defendido a las claras por la presencia del libro que puede acompañar a cualquier persona, lo mismo en una cafetería que mientras llega en un ómnibus a su destino.

La instalación en la ciudad de gimnasios –parecidos a los que viniendo de ellos mismos tenemos en la Isla– en los que dan vida a su cuerpo gente de todas las edades;  la opción de usar bicicletas,  disponibles para ser alquiladas en cada esquina, el verdor permanente de una naturaleza protegida y acicalada, y la expresión feliz de los rostros, son solo algunos de los indicios que hablan de una dicha dispersa e inclusiva que no esconde sus triunfos y se respalda en un sistema de seguridad social, que continúa perfeccionándose y contempla, entre otros, el seguro de la vejez, el del desempleo y el de la salud básica.

Estar en China es constatar tanta maravilla que no ha caído del cielo. Es ver con tus propios ojos lo apretadamente expuesto y más, lo sabido y lo desconocido, lo real y lo inimaginable. Es saber que pisas tierra con fibra milenaria, a un tiempo fresco y vital. Es soñar la gran Muralla, cuya construcción inició en el siglo V ANE, para proteger la ciudad, siempre asediada; es saberse bajo el cielo en que sufrieron y gozaron los emperadores chinos en la Ciudad prohibida, es experimentar un raro agradecimiento por tanta sapiencia ofrecida en bandeja de plata a la humanidad.

Estar en China es volver a Confucio, citado por ellos en todo lo que hacen, como muestra de la grandeza de un pueblo que honra el conocimiento, la experiencia y la senectud. Hasta ciertos rostros achinados de la tierra propia pueden antojársenos en el pensamiento y sorprendernos elucubrando en el trasiego genético que les rasgó dulcemente los ojos. Es buscar en el fondo de las emociones todo lo que nos conecta a pesar de las millas y las aguas.

Todo nos habla. Las sorpresas se atropellan. Cualquier detalle conmociona, desde la aparente parsimonia de sus habitantes, que a la vez dinamitan los días, hasta el perfecto español de un chino que nos suelta alguna expresión cubanísima y actual sin haber puesto jamás sus pies en la Isla.

Andar por estos lares es más que estar distantes, más que andar fantaseando en algún pensamiento solícito.

Así que no podemos menos que darle toda la razón al decir popular cubano, ese que se le aplica a aquel que, desechando algún acontecimiento que aborrece, decide buscar otras conexiones mentales y estar –aunque no sea literalmente– en China.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Ariel García Mascareño dijo:

1

26 de junio de 2018

21:22:31


Magnífico artículo.

Yunia dijo:

2

29 de junio de 2018

09:04:54


Me encantó el artículo, y creo que denota la belleza de ese maravilloso país.

Leodegario Rubio Millán dijo:

3

20 de octubre de 2020

20:50:30


Admirables los pueblos de Cuba y China por su hermosa Hermanda ¡¡¡