La Guaira, Venezuela.–En 2006 un avión la conectó con el mundo, y le demostró de lo que es capaz. La hizo responsable. Así lo cuenta la doctora venezolana Nelare Bermúdez Pérez, mientras se dibuja en su pupila un verde caimán, y los recuerdos corren, uno tras otro, por sus mejillas.
Durante cuatro años se formó como profesional de la salud en la Isla. Sin embargo, su vida «ha estado ligada a Cuba desde antes de estudiar Medicina». Luego de la Tragedia de Vargas, en 1999, los cubanos ayudaron a su familia a recuperarse. En medio de ese triste pasaje de su juventud, nació en ella «el amor por servir a los demás», y por la carrera que luego cursó en la tierra de quienes le habían tendido la mano.
La aventura de estudiar en la Mayor de las Antillas «convirtió» a muchos latinoamericanos «en seres humanos independientes. Nos ayudó con nuestro desarrollo personal, y nos enseñó a valorar más a nuestras familias, a pesar de la distancia».
«Cuba se ha sembrado en mí», insiste con la voz presa de una añoranza latente. No olvida los planes de actividades extracurriculares ni el cariño de los maestros, que amalgamaban sus enseñanzas entre la exigencia y la ternura, para que la lejanía del terruño natal no hiciera mella en el sueño de salvar vidas.
De aquellos profesores y de la experiencia en la Patria del Comandante Fidel, aprehendió «un nuevo paradigma en cuanto a las consultas populares, que ayudó a mejorar los indicadores de bienestar de la población venezolana».
No obstante, el apoyo brindado por Cuba trasciende a las Escuelas Latinoamericanas de Medicina. Tampoco se ha limitado a prestar ayuda mediante la Misión Barrio Adentro, sino que «ha brindado las herramientas necesarias para elevar el Sistema Nacional de Salud».
«Los principios de esta alianza garantizan una atención de calidad que, a su vez, dignifica al pueblo, y permite que esos servicios lleguen a los sitios en los que nunca antes hubo presencia de médicos. Además –insiste la hoy Autoridad Única de Salud en el estado La Guaira–, se han podido saldar deudas quirúrgicas y se ha dado un fortalecimiento de terapias que mejoran la calidad de vida. Es un orgullo poder contar con un personal tan sensible y entregado». Fue esa su apreciación cuando los tuvo de frente en las aulas y la mantiene ahora, que trabaja codo a codo con ellos.
Los de la Isla caribeña la acogieron cuando sus esperanzas de vestir la bata blanca eran solo quimeras. «Allá fuimos recibidos con el mayor amor, y acá quiero darles lo mismo a quienes me acompañan en la tarea de la Medicina popular. Cuba es un espacio espiritual en el que nos vemos todos los venezolanos, a pesar de las diferencias. Mirarnos en ella siempre nos ayudará a mejorar».















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