Habían transcurrido 27 años de prisión, casi 19 de ellos en la cárcel de máxima seguridad en Robben Island, cuando, el 11 de febrero de 1990, el líder sudafricano, Nelson Mandela, fue liberado.
Salía victorioso y convertido en un ícono de la resistencia, la dignidad, y de la lucha contra el apartheid.
Su liberación, de la que hoy se cumplen 35 años, recibió los vítores de millones de sudafricanos que lo esperaban en distintas ciudades del país, y de gran parte del mundo.
Era admirable que un hombre como Mandela pudiera continuar en su empeño por poner fin al oprobioso régimen segregacionista del apartheid, y fomentar un país inclusivo, con un proyecto social de beneficio para todos.
En una visita a la cárcel de Robben Island, el 4 de septiembre de 1998, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, escribió en el libro de visitantes: «Con una impresión que no olvidaré jamás y una admiración infinita hacia los héroes legendarios que en este infierno construyeron los cimientos de la libertad».
Luego, Fidel explicaría, a los periodistas que le acompañamos en el viaje, y aún con la emoción del recorrido por aquel recinto, que «sería una cosa terrible estar tantos años en aquel pequeño local, sin la más mínima condición sanitaria, sin cama, y resistir como lo hizo Mandela, sin claudicar, sin sentirse vencido».
Los periodistas cubanos fuimos testigos, en aquella oportunidad, no solo de la condición humana de Mandela, sino de su firmeza, al mantenerse preso en aquel cuarto frío, con una pequeña ventana protegida con barrotes, sin agua, ni servicio sanitario.
Fidel confesó su admiración por quien no aceptó antes su liberación bajo condiciones ni presiones, aunque su salud se quebrantaba, por el trabajo duro en las canteras, que afectaron su vista y una rodilla.
También el Comandante en Jefe comparó lo ocurrido a Mandela con los rigores que sufrió José Martí cuando estuvo preso: «ambos guardaron prisión, trabajaron duramente en las canteras, y su salud les fue afectada por el rigor del castigo al que estaban expuestos».
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