ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Por estos días invernales, lo mismo en los Alpes suizos hasta donde viajó Trump con su maquinaria de publicidad para participar en el Foro Económico Mundial de Davos, que, en Moscú, la capital rusa y hasta en Estados Unidos, donde las temperaturas son inusualmente bajas, un tema reiterado —y esperado— es el de una posible e inmediata reunión entre Putin y Trump.

En medio de tantas amenazas, sanciones, y vueltas atrás a leyes, resoluciones, órdenes presidenciales y otras, la comunidad internacional pide sosiego, diálogo, responsabilidad y paz. Y para ello, se hace necesario también el respeto a la historia, a los hechos más significativos que no deben ser tergiversados por conveniencias políticas o manejos hegemónicos.

Cada acción, sea «orden presidencial» o tenga otro nombre y apellido, de las que Donald Trump ha firmado en estas primeras horas de su segundo mandato en la Casa Blanca, pueden estar cargadas de mentiras, distorsiones históricas y hasta amenazas de apoderarse de un territorio como Groenlandia, o del Canal de Panamá, y hasta de cambiar el nombre al Golfo de México y ponerle Golfo de América.

«Cuba patrocina el terrorismo», «Son chinos lo que controlan el Canal de Panamá», «Los migrantes son delincuentes y asesinos», etc., aparecen en la larga lista de «argumentos» para quien quiere, al, menos, controlar el mundo a su antojo.

Es penoso que un mandatario de un país que es potencia económica y militar, recurra a estos métodos tan aberrantes, de distorsión histórica, carentes de verdad alguna, como estilo de aplicar su política internacional.

Para ello, buscó y encontró a un grupo de personas, algunas de ellas sin ética o valor moral alguno, que rápidamente, como «aperitivo» antes de asumir el mandato, ya habían llenado las mesas, de documentos salidos de la maldad y la arrogancia, para hacer daño a otros. Es en este saco donde fue a parar Cuba con una copia del reciclado «listado de país que patrocina el terrorismo».

Pero, esta vez me referiré a otros ejemplos de cómo las distintas administraciones estadounidenses se apoderan de mentiras históricas y hacen uso de ellas para crear matrices que «justifiquen» lo mismo las guerras que las sanciones concebidas dentro de sus programas de gobierno.    

Siempre supe, que, en eso de enseñar Historia, Estados Unidos no ocupa un lugar destacado dentro de la enseñanza general y universitaria.

Y es que, en mi opinión, la Historia no se puede, ni enseñar ni aprender, usando contextos mutilados por motivaciones políticas e interpretaciones alejadas de la realidad.

Por ejemplo, si se trata de Historia Contemporánea, Estados Unidos tendrá que explicar— y explicar muy bien—, que en pleno Siglo XXI, dos de sus últimos presidentes, Joe Biden y Donald Trump, han usado las prerrogativas de su cargo, y en sus discursos o en las redes sociales han deformado a su manera hechos históricos, como la Segunda Guerra Mundial, de vital importancia en el mundo de nuestros días, donde hay un reverdecer del fascismo y otras tendencias.

Textos hay, pero programas e interés faltan, para mostrar contenidos históricos y culturales tales como se desarrollaron y que deben ser de carácter obligatorio en las distintas enseñanzas.

Por supuesto, como todo en esta vida, existen excepciones válidas, tanto a nivel institucional como personal, aunque ni Biden ni Trump, aparecen en esos listados.

Esta semana, cuando el republicano Trump irrumpió por segunda vez en la Casa Blanca, ya lo esperaban casi cien carpetas oscuras, de contenido diverso, para ser rubricadas en pose arrogante y en su mayoría dirigidas a romper las normas de la convivencia pacífica y las relaciones entre países y pueblos.

Dentro de ellas también había citas históricas disparatadas, y odio enfermizo contra todo aquel cuyo pensamiento no coincida con el firmante presidente.

De igual forma, en el maratón de discursos y comparecencias ante la prensa, o en los mensajes a través de las redes, no faltaron los disparates a la hora de mencionar hechos históricos.

Por ejemplo, cuando escribió: «Nunca debemos olvidar que Rusia nos ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial, perdiendo casi 60 millones de vidas en el proceso».

En el corto párrafo, cometió varios errores históricos: «Rusia nos ayudó», cuando en realidad fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la que llevó el peso de la guerra, derrotó al nazismo, conquistó la victoria y puso la bandera de la URSS en el Reichstag, en Berlín. Igualmente, las pérdidas humanas suman alrededor de 27 millones —no 60 millones como dice Trump—.

Además, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas, contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, ambas en Japón, cuando ya la guerra estaba casi terminada y los alemanes nazis derrotados en la contraofensiva final liderada por las fuerzas armadas soviéticas.

Sin tener que rebuscar muchos años de distorsión histórica, es preciso recordar que, en mayo del año pasado, el ahora expresidente estadounidense Joe Biden declaró que los soldados de su país «liberaron un continente y literalmente salvaron el mundo» en el conflicto global.

Por supuesto, de las bombas atómicas y los miles de personas muertas y mutiladas, ni una palabra, esa es la historia que pretenden borrar, y reescribirla de acuerdo a sus intereses.

En esa ocasión, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dimitri Medvédev, dijo que «Washington está intentando deliberadamente distorsionar los hechos de la historia» y calificó la afirmación equivocada de Biden, «no como demencia senil, sino una línea consciente para reescribir la historia».

Rusia ha dicho que estas mentiras históricas por parte de los presidentes estadounidenses, incluyendo los actuales, son muestra de que «sufren, uno a uno, el síndrome del revisionismo histórico» según despacho de RT.

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Carlos Valor dijo:

1

27 de enero de 2025

22:55:40


Excelente nota