ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ilustrativa

Caracas, Venezuela.– Un sueño cabalgó por más de dos siglos entre los hombres de bien de nuestra América. La espalda lacerada de los esclavos, los indígenas casi extintos, los pies llagados por las cadenas, la pobreza impuesta, la libertad cercenada a un continente no fueron el pretexto, sino la más justa causa para la lucha.

Convertir la región latinoamericana y caribeña en su «patio trasero» ha sido el deseo perenne de las potencias capitalistas. Ante tal insolencia, la solución es integrarse, desde el Río Bravo hasta la Patagonia. Sin embargo, «la unión no nos vendrá con prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos», sentenció El Libertador Simón Bolívar, en 1815.

Luego, José Martí, en 1892, aseveró: «A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan».

Dos grandes coincidieron en ideario, mas no en tiempo. Quiso entonces la historia que otros dos quijotes no dejaran en anhelo aquel sueño de siglos, sino que lo convirtieran en destino glorioso. Así, el 13 de diciembre de 1994, cuando Hugo Chávez pisó por primera vez la Mayor de las Antillas, lo esperaba Fidel Castro.

La bienvenida fue un abrazo, ese sería solo el primero de muchos. Diez años después, el 14 de diciembre de 2004, La Habana sirvió de cuna para que ambos comandantes firmaran la Declaración Conjunta para la creación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (alba) y su acuerdo de aplicación.

Ese mecanismo de concertación nació con el fin de desarrollar las bases de cooperación mutua y complementación política, social y económica para Cuba y Venezuela, y con el tiempo se amplió a los países de la región, para contrarrestar la pobreza y la exclusión social que pululaban en las tierras del continente.

«En un momento donde había oscuridad en el mundo y se intentaba imponer la hegemonía de un imperio dispuesto a dominarlo todo,  aquellos hombres fueron capaces de señalarnos el camino a seguir, de conducir la voluntad del pueblo bolivariano y martiano hacia la victoria», valoró el canciller venezolano Yván Gil.   

Nuestra América, bendecida por la naturaleza con majestuosas riquezas, y obligada a la resiliencia por el egoísmo de algunos hombres, sabe que solo en la fecunda unión de sus pueblos hallará el camino hacia un mundo más justo y humano. 

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