La de este lunes fue una jornada de fiesta en la Casa Blanca de los presidentes de Estados Unidos.
Joe Biden, a quien le restan un mes y 26 días como presidente, convocó a unos 2 500 de sus más allegados colaboradores –muchos de ellos de los que ya buscan dónde ocuparse a partir del 20 de enero próximo, cuando Donald Trump irrumpa en ese recinto–, en el inicio de una larga jornada de actividades de autohomenaje por su gestión en los últimos cuatro años.
El convite, como es tradicional, es el escenario para que el Presidente indulte a dos pavos, de manera que se «salven» de la segura ejecución navideña.
Jolgorio al fin, se habla de todo y pasan inadvertidas hasta las más grandes mentiras o la fantasía del anfitrión cuando declaró: «Ha sido el honor de mi vida. Estoy eternamente agradecido».
Por supuesto, a nadie se le ocurriría pensar que Joe Biden, en ese momento, se acordaría de que mientras ellos celebraban e «indultaban» a dos pavos, podrían estar muriendo, masacrados por lsrael, niños palestinos a los que se les acaba sus vidas a causa de un genocidio en el que Washington –y el propio Biden–, con sus armas, su dinero y su diplomacia, están involucrados totalmente.
En ese ambiente tampoco el Presidente se «asesora» con alguno que otro invitado «de nivel», sobre si debe o no hacer caso a una gran parte del pueblo estadounidense o a los cientos de funcionarios del Congreso y de otras instancias, que le exigen acabar con el bloqueo a Cuba, o, al menos, retirarla de la lista infame que la vincula con el terrorismo.
De igual forma que hizo con los pavos «Peach» y «Blossom», cuando firmó su «indulto» para –al menos por esa noche– «salvarlos» de una muerte segura, quizá alguno de sus invitados pudo advertirle que sería mucho más útil que estampara su firma –como piden millones de estadounidenses, entre ellos congresistas y otros altos funcionarios–, en una simple resolución que borre esta criminal injusticia contra el pueblo cubano.
Pero prefirió observar al pavo «Peach» que parecía intranquilo, al lado del presidente. Entonces Biden dijo: «Peach está haciendo un ruego de último momento».Cambió de conversación, y se refirió a que «el pastel de durazno es su favorito».
En el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, desde la época en que era presidente Harry Truman, se celebran estas fiestas, en las que el Presidente «indulta» dos pavos. En 1989, con George W. Bush en el poder, se interrumpió la tradición, que luego se ha vuelto a revivir por gobernantes como Joe Biden.
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