Caracas, Venezuela.–No fue producto de la casualidad que en varias oportunidades Simón Bolívar advirtiese, en cartas y discursos, la amenaza perenne que los sucesivos gobiernos de Estados Unidos representan para América Latina. Él, que como Martí lo combatió, supo reconocer los deseos expansionistas y hegemónicos del imperialismo.
Casi 200 años después, sus vaticinios se confirman, una y otra vez, ante los ojos del mundo. Así, este martes la Cámara de Representantes de EE. UU. presentó el Proyecto de Ley HR 825 de Bolívar.
Con esa regulación jurídica se prohíben las negociaciones empresariales con Venezuela, bajo la amenaza de sanciones. Además, en su segundo artículo, plantea que el Departamento de Estado tendrá la potestad para hacer excepciones.
«Ese adefesio persigue la intención de ofender, agraviar, de herir nuestro gentilicio colocándole el nombre de Bolívar, pero los herederos que fundaron esa nación le tienen profunda envidia al Libertador de América y, además, le tienen terror», manifestó el jefe del parlamento venezolano, Jorge Rodríguez.
Aseveró que el objetivo de la mal llamada Ley Bolívar es «incrementar la imposición criminal de medidas coercitivas unilaterales contra la República Bolivariana de Venezuela», e insistió en que «las sanciones son crímenes de lesa humanidad, porque están dirigidas al exterminio de la libertad económica».
La Casa Blanca tiene una larga data de sanciones contra la nación sudamericana, que ya supera las cifra de 900. Sin duda, como no han podido derrumbar el proyecto bolivariano y chavista desde adentro, este es un nuevo intento de desarmarlo con la presión a terceros.
Ante este hecho «ilegal», la Asamblea Nacional, en sesión ordinaria, aprobó una comisión que este jueves presentará una normativa jurídica con el nombre de Ley Especial Simón Bolívar, y que el martes 21 se someterá a aprobación ante el parlamento.
Sobre la burda e irrespetuosa maniogra imperial, Rodríguez aseguró que se trata de una ley «para insistir y persistir en algunas de las acciones más agresivas que ha conocido Venezuela: sanciones que constituyen crímenes de lesa humanidad», y que debe incluir la inhabilitación política perpetua a quienes hayan cometido actos brutales contra el país.
No bastándole a Washington esa evidente afrenta a la identidad y a la historia del pueblo bolivariano, el actual secretario de Estado, Anthony Blinken, manifestó en X su reconocimiento a Edmundo González Urrutia como presidente electo en los comicios del pasado 28 de julio, y concluyó: «La democracia exige respeto a la voluntad de los electores».
La respuesta no se hizo esperar, y el canciller venezolano, Yván Gil, publicó en su canal de Telegram: «Del único lugar del que no se vuelve es del ridículo reza el dicho popular. Sin embargo Blinken, enemigo confeso de Venezuela, insiste en volver a hacerlo, ahora con un Guaidó 2.0 apoyado por fascistas y terroristas subordinados a la maltrecha política estadounidense».
«En los últimos días de su gobierno, debería dedicarse a reflexionar sobre sus fracasos, deshacerse de los complejos imperiales y coloniales e ir a escribir las memorias de cómo la Revolución Bolivariana lo hizo morder el polvo de la derrota, tal como a sus antecesores. Nunca falla el plan literario de un Secretario de Estado más, que se hundió, junto a sus marionetas, tratando de revertir la democracia venezolana».















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