La noticia: Israel coordina con Estados Unidos una «dura respuesta a Irán, que debe producirse en cuestión de días».
El propio presidente estadounidense, Joe Biden, confirmó que «su administración está manteniendo conversaciones con el Gobierno de Israel, sobre la gran y pronta posibilidad de atacar instalaciones petroleras en Irán», según un despacho de AFP.
Todo eso, dice Biden, en respuesta al lanzamiento de misiles por parte de Irán contra el territorio hebreo.
Ni una palabra del mandatario yanqui sobre los crímenes israelíes –actuales y de años atrás– contra la nación palestina, del Líbano, Siria e Irak, y los asesinatos de dirigentes iraníes.
Tampoco Joe Biden ha censurado al premier sionista, Benjamín Netanyahu, que bombardea a Beirut, la capital del Líbano, y ya ha causado la muerte de 2 000 libaneses y el desplazamiento de un millón de ellos, obligados a huir ante la embestida fascista de las fuerzas militares israelíes.
Solo este viernes la aviación de Israel arrojó 73 toneladas de explosivos sobre edificaciones en Beirut, en las cuales, supuestamente, se reunían líderes de Hezbolá.
The New York Times reportó que el ataque de la aviación del país hebreo se realizó en el momento de una reunión de altos líderes de la organización libanesa, en un búnker subterráneo.
Una fuente cercana a Hezbolá afirmó que Israel llevó a cabo 11 ataques consecutivos en la zona, y el bombardeo fue tan intenso que los edificios temblaron en toda la capital y sus alrededores, reflejó un despacho de RT.
Quienes desde Washington atizan la confrontación, debían tener en cuenta que Irán cuenta con medios militares de largo alcance, capaces de impactar en territorio israelí y en sus instalaciones militares, incluso donde se alojan las ojivas nucleares del país hebreo.
El propio medio de prensa se refiere a un «arma secreta» que tiene Irán, y que ha prometido utilizar en caso de guerra. Esta arma es el estrecho de Ormuz, la ruta de trasiego de petróleo y gas más importante del mundo, parcialmente controlada por Teherán, lo que constituye una ventaja estratégica.
Por sus aguas pasa cada día, aproximadamente, el 20 % del consumo mundial del carburante, es decir, 21 millones de barriles diarios, de acuerdo con los datos de la Administración de Información Energética de Estados Unidos.
La mayor parte del crudo que se exporta por esta ruta se dirige a los mercados asiáticos.
Al mismo tiempo, el mayor exportador mundial de gas natural licuado (GNL), Catar, también envía la mayor parte de este hidrocarburo a través del estrecho, por el que pasa hasta el 30 % del suministro mundial.
Las consecuencias las sufrirían tanto los exportadores como los importadores, los países occidentales, encabezados por Estados Unidos, los cuales, tras imponer sanciones al gas y al petróleo rusos, han aumentado sus compras de carburantes a las naciones del golfo Pérsico.
De producirse el cierre de esta vía marítima, el precio del petróleo en el mercado internacional podría ascender hasta 400 dólares por barril.
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