CARACAS, Venezuela.–Las menudas manos de los niños –inocentes, puras también– no fueron hechas para llevar drogas y armas, sino juguetes y libretas. Los corazones de las madres, aunque acostumbrados al peso de la responsabilidad, no deberían angustiarse porque sus hijos, menores de 12 años, puedan morir o matar como resultado de la violencia infantil.
Eso bien lo saben quienes se han dedicado a financiar y orquestar «una serie de operaciones de información, de campañas mediáticas, sicológicas, de guerra difusa, guerra cognitiva contra toda una generación de niños, jóvenes y adolescentes venezolanos».
Se trata, dijo recientemente la periodista Anahí Arizmendi, de «un expediente que tiene tiempo y que data, prácticamente, del primer día de iniciada la Revolución Bolivariana».
Usar a los más pequeños como instrumentos de guerra para sus planes de desestabilización y golpe al Gobierno es una estrategia consabida de lo más reacio de la oposición, que esta vez, como tantas otras, intenta «virar la tortilla» para culpar al Estado ante el mundo.
Sin embargo, el pueblo tiene memoria, y no olvida que, en 2002, como parte del paro educativo convocado por la extrema derecha, se llamó a ir a las puertas de las escuelas «a cacerolear a los muchachos para que no pudieran entrar, y aquellas familias que querían tener clases eran hostigadas y señaladas antes de entrar a la escuela, así estuvieran con los hijos al lado».
También en esa etapa tuvieron auge campañas de siembra del terror en los hogares y comunidades, como el remake de la Operación Peter Pan en Cuba, que se aplicó en otros países de América Latina «que son incómodos a Estados Unidos», los patrocinadores de ese odio en la sociedad venezolana. «El comunismo le iba a quitar los niños a las familias», decían.
¿De qué tamaño hay que tener el corazón para usar a los pequeños de casa como escudo en las manifestaciones?
Habrá que medir el de los opositores,
que no dudaron tampoco en «usar muchachos en situación de vulnerabilidad, a quienes se les daba droga y dinero para que estuvieran al frente organizando acciones de violencia, pero sobre todo para que estuvieran de carne de cañón». A ellos les llamaron niños de la resistencia.
Los autores de estos crímenes son los mismos que unieron a jóvenes y adolescentes a grupos de delincuencia organizada en los llamados comanditos terroristas, para lograr otro episodio de guarimbas tras las elecciones del 28 de julio, y que ahora insisten en acusar al Estado por impartir justicia.
Al respecto, el primer vicepresidente del psuv, Diosdado Cabello, aseguró: «Hay una averiguación porque ahí hay menores que tienen rastros de pólvora en sus manos, y hay personas fallecidas en el sitio donde ese joven fue detenido y esa es la averiguación que se está haciendo, y nosotros no estamos persiguiendo a nadie, no secuestramos a nadie».
El también Ministro del Interior, Paz y Justicia explicó que, bajo medidas cautelares, han sido liberados algunos menores, tras haberse seguido un proceso legal, en el que los padres han asumido la responsabilidad.
«Los niños y las niñas para nosotros son intocables, los amamos con el alma y estamos aquí para asegurarles un país sin odio y sin irresponsables».















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