ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
¿Será «obediencia a la autoridad» la que hace que los soldados dejen caer bombas sobre Rafah? Foto: Agencia Anadolu

En un cuento, al autor húngaro Frigyes Karinthy se le ocurrió, en 1929, plantear un juego curioso. Los jugadores debían conectar a dos personas cualesquiera por una cadena de conocidos de no más de seis individuos.

«Uno de nosotros sugirió que lleváramos a cabo el siguiente experimento, para probar que la población del planeta está más cercana que nunca antes», narra Frigyes en su cuento, y continúa: «Debemos seleccionar cualquier persona de los 1,5 mil millones de habitantes de la Tierra, cualquiera, dondequiera».

Nos apuesta que, usando no más de cinco personas, podríamos contactar a ese individuo solo usando la red de conocidos personales entre ellos». Había nacido la hipótesis de los seis grados de separación.

Pero el mundo quizá es más pequeño que lo que creía Karinthy. En 1973, el austríaco Manfred Kochen hizo simulaciones basadas en datos reales de la población de Estados Unidos que sugerían que bastaban tres personas para conectar a dos habitantes de este país. Algunos no están de acuerdo con el resultado.

En 2001, Duncan Watts, en la Universidad de Columbia, recreó el experimento una vez más, usando las ahora disponibles redes digitales. Estudió 48 000 personas de 157 países, y halló que, en promedio, ciertamente, eran seis los vínculos directos necesarios para conectar dos personas.

Los experimentos de esta índole tienen su pionero en Stanley Milgram. En 1967, Alicia, una estudiante de Boston, fue aproximada por uno de sus instructores, quien le dio un sobre diciéndole: «Esto es para ti». El sobre había partido cuatro días antes de un granjero de Kansas, que había recibido, además del sobre, un grupo de instrucciones que debía seguir rigurosamente.

A unos cien participantes se les había incluido en un experimento social, en el que, a cada uno, se le pedía que intentara hacer llegar el sobre a Alicia, escogida al azar, y ajena a lo que sucedía, pasando el mensaje a algún conocido que ellos consideraran estaba más cerca de conocer a la estudiante.

El nuevo receptor del sobre debía hacer lo mismo. El granjero se lo dio a su pastor de la iglesia, quien, a su vez, conocía a otro pastor de Boston, que resulta que conocía a un instructor de la escuela de Alicia.

Milgram es también el padre de un experimento muy controversial. A un grupo de personas se le instruía, en un ambiente controlado, que dieran descargas eléctricas a otros sujetos, con voltajes cada vez mayores. La mayoría de los que habían sido ordenados a dar las descargas continuaban haciéndolo, hasta alcanzar el voltaje máximo, aun cuando los conejillos de Indias que las estaban recibiendo les pedían que se detuvieran. Al resultado del experimento se le llamó «obediencia a la autoridad».

Milgram estaba preocupado por el cuadro sicológico que emergía de los testimonios en el juicio del criminal nazi Adolf Eichmann. Quería saber si las personas seguían instrucciones de una autoridad, aun cuando estas podían ser contrarias a supuestos valores humanos básicos. El resultado parecía indicar que la humanidad suspendió, lastimosamente, el experimento de Milgram.

¿Será «obediencia a la autoridad» la que hace que los soldados dejen caer bombas sobre Rafah, como las dejaron caer sobre Khan Yunis; como antes de eso sobre la ciudad  de Gaza; como mucho antes sobre Lídice o sobre Guernica; la que hace que soldados detonen explosivos derrumbando edificios de vivienda en Suheila, como ayer en Hanun, como sobre Kahiya, como mucho antes en el Kristallnacht; lo que hace que soldados destruyan el hospital de Al Shifa, después de haber destruido 20 de los 22 hospitales de Gaza, como mucho antes destruyeron las clínicas del gueto de Varsovia?

Quisiera pensar que somos más que eso, que en este mundo pequeño en el que vivimos, tiene más peso esa mínima distancia entre nosotros y cualquier víctima palestina de estos días. Tan poco como lo que nos separa de cualquier estudiante que está siendo reprimido en los colegios estadounidenses.

Por eso vale la pena protestar en cualquier lugar por la masacre y la represión, porque, en definitiva, la humanidad toda tiene el diámetro de solo seis personas que se conocen entre sí. Seis personas, piénsese en eso.

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Edwin dijo:

1

30 de mayo de 2024

22:29:03


No sé puede dejar de expresar el repudio al genocidio en Gaza, que es patrocinado por quienes como gobierno fueron genocidas en Hiroshima y Nagasaki, en Vietnam y otras partes del mundo.