ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Los nombres son los mismos y los personajes también: Marco Rubio, Mario Díaz-Balart y María Elvira Salazar. En el sur de la Florida han vivido, durante décadas, de la peor política anticubana, que les reporta grandes sumas de dinero en tanto más sanciones promuevan contra la Isla.

Estos personajes formaron parte del entramado vergonzoso que, unos días antes de que Donald Trump abandonara la presidencia de Estados Unidos, le entregaron al republicano un documento con un «apretón más»: poner al archipiélago en la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Sabían que se trataba de una gran infamia, pero la hostilidad y la complicidad para agregar más penurias a los cubanos los hacía sentirse seguros de que Trump firmaría, y que su sucesor, aunque demócrata, les seguiría el «jueguito».

Su objetivo también es asediar la asistencia al sector privado y, para colmo, castigar a los países que acogen misiones médicas cubanas.

Brindar salud a quienes más la necesitan en este mundo desigual, como lo hacen las brigadas médicas cubanas, es para estos patrocinadores del odio una acción inadmisible.

Ahora, cuando se acercan los comicios presidenciales de noviembre, la derecha anticubana se revuelve, y sus más notorios personajes se apuran en acudir a viejas y nuevas mentiras, usando a Cuba como mercancía en favor de uno u otro aspirante.

Por eso no sorprende que reciclen patrañas como los llamados «ataques sónicos» de La Habana, o cualquier otra falacia. La cosa es que la condena a Cuba no falte en el discurso político actual o, más bien, en ese gran circo mediático que son las elecciones en Estados Unidos.

Algunos medios del Norte han «informado», por estos días, que Trump, en su loco deseo de volver a la presidencia en noviembre próximo, llevará como compañero de fórmula, para ocupar la vicepresidencia, al más connotado e indeseable personaje de la política anticubana: el señor Marco Rubio.

Hablando desde Washington, Rubio afirmó que sería un «honor y prestigio» poder ser el vicepresidente de Trump, si gana las elecciones de noviembre. Vaya fórmula habrá detrás de los recursos millonarios dedicados por el Gobierno de Estados Unidos a «promover cambios en el régimen cubano». El negocio de la política anticubana siempre ha sido rentable y apetecible.

Al respecto, el exanalista de la cia, Fulton Armstrong, quien realizó su trabajo como oficial nacional de Inteligencia para América Latina, denunció que «existe una red, independiente de la cia, destinada única y exclusivamente a patrocinar acciones para un cambio de régimen en Cuba».

Otro pretexto para intentar «revivir» el argumento falaz del «síndrome de La Habana» es «hacerle juego» al presidente Joe Biden, que ha querido involucrar a Rusia en el asunto, según declaró a Sputnik el exanalista de seguridad de la oficina del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Michael Maloof.

El pasado 31 de marzo, un reportaje de televisión pretendió demostrar que «espías rusos utilizan armas secretas de energía para dañar los cerebros de funcionarios estadounidenses».

Nada más ridículo, poco creíble, pero «necesario» para quienes se empeñan en culpar a Moscú de todo, más cuando se conoce de las estrechas relaciones del gigante euroasiático con Cuba.

De todas formas, desde ahora hasta las elecciones presidenciales de noviembre próximo, muchas serán las mentiras e innumerables los engendros diabólicos que se esgrimirán, para intentar presentar a nuestro país como objeto valioso puesto a subasta, de modo que se pueda inclinar la balanza hacia uno u otro aspirante a la Casa Blanca.

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