Aymara, Quechua, Guaraní, Urus, Chiquitano, Moxeño… más de 30 pueblos indígenas originarios y campesinos conforman hoy el Estado Plurinacional de Bolivia, primero de su tipo en el mundo.
Desde la diversidad de cosmovisiones, identidades, tradiciones y etnias, la cultura ancestral sigue viva en esa nación, y es respetada constitucionalmente.
La Hija Predilecta de Simón Bolívar se nombraba, antes de 2009, República de Bolivia. El 18 de marzo de ese año, el entonces presidente Evo Morales, junto al Consejo de Ministros, emitió el Decreto Supremo No. 48. Con esta ley se reconoció la coexistencia en ese territorio de varios pueblos con raíces anteriores a la colonización española, las cuales mantienen en la actualidad.
Con esa recomposición, se respondió a la necesidad histórica de superar el vasallaje colonial que había confinado a los indígenas a los márgenes del Estado.
A mano alzada o designado por el jefe de mayor rango, de acuerdo con la organización social concebida desde la ancestralidad, en ese país se reconoce la Comunitaria como una de las vías de elección y toma de decisiones. Ello fue siempre un reclamo legítimo que, desde hace 15 años, dio voz y voto a quienes estuvieron callados por el azote del látigo español.
Al constituirse como «Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional, Comunitario libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías», Bolivia reconoció los derechos colectivos en la vida política del país.
Así también saldó la deuda perenne con las luchas populares del pasado por la liberación, la memoria, la Pachamama, contra la masacre a los pueblos originarios. Ese país multiétnico y pluricultural inició un camino de reivindicaciones que defiende la resistencia permanente de los bolivianos a defender quiénes son.
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