ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Milei, abrazado a Trump, como quien desea mirarse en ese espejo. Foto: Tomada de X

Pareciera que le ha tocado el turno a Javier Milei, el nuevo presidente de Argentina. Sus credenciales en política exterior han sido presentadas con toda premura: «Mis aliados serán Estados Unidos e Israel», afirmó, antes de tomar las riendas en la Casa Rosada, en Buenos Aires.

Y cuando aún no había «calentado» la silla presidencial, enrumbó hacia Israel, para una visita de desafío a la opinión pública, mientras tiene lugar el genocidio del Gobierno sionista en Gaza. Su primer anuncio como huésped fue el de querer «mudar la Embajada de Argentina, de Tel Aviv a Jerusalén».

No se metió en las aguas del río Jordán para bautizarse, como hizo Jair Bolsonaro en su etapa de presidente de Brasil, pero espetó más de un halago al régimen de Benjamín Netanyahu, y condenó a los palestinos.

Bolsonaro, en su tiempo, fue llamado «Trump del trópico», y hasta escenificó un asalto al Congreso brasileño, a la medida del que los furibundos seguidores de Donald Trump realizaron contra el Capitolio en Washington.

Milei, en su «carrera de relevo», abrazó a Trump, en medio de la Cumbre Conservadora de Estados Unidos, efectuada en Washington con la presencia de lo que más «brilla» entre la derecha y la ultraderecha mundial.

El discurso de Milei en el cónclave se basó en elogios al sistema capitalista, y en todo tipo de diatribas contra el socialismo, tal como su auditorio quería escucharlo.

Pidió a Estados Unidos que «no dejen avanzar el socialismo, no permitan el avance de la agenda asesina (del aborto), y no se dejen llevar por los cantos de sirenas de la justicia social».

De su encuentro con Trump, se dice que fue «entre bambalinas», pero el argentino se desbordó de emoción proimperialista cuando exclamó: «Make Argentina Great Again» (Hacer a Argentina grande otra vez), paráfrasis adaptada del eslogan electorero de la campaña trumpista.

En su obstinación para alcanzar a ser lo más parecido posible a su paradigma gringo, Milei saludó a los presentes autocalificándose como «el león», y dijo de aquella reunión que resultaba un «lindo día para hacer temblar a la izquierda».

Cada año, desde 2010, la Conferencia Política de Acción Conservadora convoca a dirigentes y militantes de extrema derecha, en las afueras de la ciudad de Washington, en su sede de National Harbor.

De la «madera» de los convocados, señas inequívocas de la naturaleza de aquel concilio, baste decir que, entre sus participantes, figuran integrantes de la familia Bolsonaro, representantes de los gobiernos y partidos más conservadores de Europa, asesores y activistas de la nueva derecha estadounidense, y los exponentes más radicales del Partido Republicano.

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