¿Qué preguntarle a Joe Biden?

Si tuviese la ocasión de dirigir, personal y directamente, algunas preguntas al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, haría aquellas que pidieran uno, al menos un argumento creíble para tratar de entender el porqué de tantas acciones letales –guerras, bombardeos, sanciones, envío de armas– emprendidas por su administración y por sus predecesoras.

En los cuestionamientos dejaría ver la contradicción que me provoca el carácter arrogante de potencia económica y militar, en representación, sin embargo, de un pueblo amable y culto que parece estar –como el mundo todo– reo de políticas irracionales, genocidas en muchos casos, que han causado y siguen ocasionando millones de víctimas, entre ellas mujeres y niños.

Sus «aventuras» imperiales, además de muerte y desolación, conllevan un elevado gasto económico que bien podría emplearse para paliar el hambre, la miseria y las enfermedades que matan, así como para controlar el uso y contrabando de las drogas –igualmente mortales–, y otros.

¿Qué preguntaría?

Si usted sabe muy bien que solo Estados Unidos puede poner fin a la masacre israelí contra los palestinos, ¿por qué no decide, de una vez y por siempre, suspender el apoyo militar y diplomático al Gobierno sionista, y se suma a la inmensa mayoría de los pueblos y gobiernos que abogan por la paz?

¿Por qué su gobierno no deja de ser cómplice del genocidio contra los palestinos, y renuncia a vetar los acuerdos en el Consejo de Seguridad de la onu, a fin de que Israel detenga la masacre?

¿Por qué ordena ataques y bombardeos contra Yemen, uno de los países más pobres del mundo?

¿Por qué su gobierno no cesa el robo de combustible y trigo en Siria, y retira sus tropas de las ilegales bases instaladas en esa nación árabe?

Luego del desprestigio internacional de Estados Unidos tras los bombardeos y la invasión posterior a Iraq, en la que murieron, o fueron mutilados o heridos casi un millón de civiles, ¿cómo puede ser posible que usted mantenga bases militares en esa nación, sin el consentimiento del Gobierno de ese país?

¿Por qué se ha encaprichado en suministrar todo tipo de armas a Ucrania, y apoyar a que otros lo hagan, en vez de colaborar en la búsqueda de una solución negociada?

¿Por qué, en vez de apostar por el diálogo y la paz, se empeña usted en sancionar a Rusia, al costo incluso de perjudicar sensiblemente a las naciones europeas, cuyos gobiernos se han plegado a Estados Unidos?

En la hipotética ocasión, dejaría para el final una pregunta que, desde Cuba, y desde casi la totalidad de los países, se hacen muchos, y hace muchos años: ¿Por qué el bloqueo genocida contra Cuba? ¿Por qué apoyar los añadidos del Gobierno que lo precedió, autor de las 243 nuevas medidas para acelerar la asfixia económica? ¿Por qué la inclusión de la Isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo, a partir de las más burdas mentiras, sabiendo que Cuba y su Gobierno condenan, en todas sus formas y lugares, el terrorismo del cual hemos sido y somos víctimas, precisamente por acciones lideradas o al menos financiadas desde su propio país?

Tan improbable es la ocasión para tales preguntas, como improbable alguna respuesta que apunte a la esperanza, que propenda al beneficio de la humanidad, que anuncie el fin de genocidas sanciones, que indique que no seguirán muriendo los niños ni las mujeres, ni los palestinos ni los yemeníes, a merced de las bombas y los misiles, y de la mentira y el odio, que también matan y mutilan.