Dos hechos recientes han añadido leña al fuego del ya complicado genocidio que Israel comete contra los palestinos.
Pareciera que el plan sionista y de sus mentores en Washington es el de extender el ambiente de guerra hacia territorios del Líbano e Irán, y a los mares adyacentes.
No olvidemos que, además de Gaza y otras partes de Palestina, también los mares aledaños están contaminados con la presencia de portaaviones y otros medios de guerra estadounidenses, autoencargados –según han declarado desde Washington– de contener las acciones de los hutíes de Yemen, que se han propuesto impedir la entrada de barcos a puertos de Israel, hasta tanto Tel Aviv acepte un alto el fuego y permita la entrada de ayuda humanitaria a Gaza.
El martes, una acción israelí sin precedentes fue el bombardeo a un objetivo en la ciudad libanesa de Beirut, donde la metralla de sus drones mató a Saleh al Arouri, un alto cargo de Hamás y fundador de su ala militar, las Brigadas al Qassam, y a otras personas.
La acción marcó una escalada en el conflicto palestino-israelí.
Un día después se llevó a cabo un ataque terrorista en Irán que causó la muerte de más de cien personas y superó los 140 heridos, coincidiendo con el cuarto aniversario del vil asesinato del general iraní Qassem Soleimani, por un avión estadounidense en el aeropuerto civil de Bagdad, ordenado por el entonces presidente Donald Trump.
Las dos explosiones tuvieron lugar en una carretera y en el exterior de una mezquita cercana al cementerio donde está enterrado el general Soleimani, según un despacho de RT, que cita a la agencia iraní IRNA.
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