Portuguesa, Venezuela.–«En un laboratorio clínico observamos y analizamos muestras, y tomamos decisiones con respecto a un resultado que tiene que ver con la vida del paciente. En el dominó es igual. Es una práctica de pensamiento, en la que una decisión conlleva la pérdida del juego o la victoria».
Hasta abril de 2023, el día a día del licenciado en laboratorio clínico Reilier Broock Moreno se centraba «en hacer análisis de hematología, orina, COVID-19, Suma...». Lleva unos 30 meses cumpliendo misión internacionalista en el estado de Portuguesa, donde presta servicios en varias instituciones, de acuerdo con las demandas de cada sitio.
Antes de llegar a la Patria de Bolívar y Chávez, «en Santiago de Cuba trabajaba en un cuerpo de guardia, donde atendía las urgencias. Así ha sido desde que me gradué. Nunca he estado vinculado al deporte», asegura. Sin embargo, en los pasados v Juegos Deportivos del alba representó a la Isla en el dominó.
«Fue una experiencia muy bonita, sobre todo porque no somos atletas. Ello fue posible porque en la misión se llevan a cabo proyectos culturales y deportivos para los aficionados. De esa manera se desarrollaron torneos de dominó a distintos niveles. Fuimos escalando hasta que llegamos al Nacional».
Para los nacidos en la Mayor de las Antillas, las reglas a la hora de jugar dominó son: otros tres amigos en la mesa, una hoja en la que anotar, música, algo de beber, y un tema «caliente» para «filosofar».
«Yo aprendí a jugar dominó en el barrio. Vengo de una familia a la que le gusta y siempre que se celebra cualquier motivito o cumpleaños no falta. Esa es una tradición del cubano».
Sin embargo, cuando el juego llega a escenarios de competiciones profesionales, son otros los códigos. «Desconocíamos que existía un Reglamento. En el encuentro nacional lo explicaron. Nos eran ajenas las penalizaciones, el comportamiento. A partir de ese momento comenzó a ser algo más serio. A varios de los que sabían jugar bien, los nervios los traicionaron».
El «ojo clínico» de este especialista estuvo alerta ante cada movimiento de los contrarios. Parecía –mientras jugaba– que miraba a través del microscopio lo que sucedía en su mesa. En cada ficha estaba la decisión de permanecer o retirarse.
En los Juegos del alba participaron cuatro colaboradores de la Misión Médica Cubana en Venezuela, profesionales internacionalistas, para quienes el dominó era una forma de sentirse en familia, más cerca de su terruño natal, de todo lo que habían dejado atrás por un tiempo, para salvar vidas.
Entre ellos estaba Reilier Broock Moreno. «Fue algo novedoso, lo mejor que nos llevamos es la experiencia», dice. «Obtuvimos un resultado meritorio: las damas alcanzaron el segundo lugar por equipos y nosotros llegamos al cuarto. Allí nos enfrentamos a atletas con experiencia en campeonatos mundiales».
Ver el podio desde tan cerca, ver las medallas en el pecho de sus compañeras de trabajo, le hizo creer que «no hay metas imposibles. Lo que uno se propone puede alcanzarlo si lucha por ello».
Acostumbrado a tomar decisiones en instantes, y a sabiendas de que para el cubano no hay imposibles, no vacila al aseverar que, si tuviera que elegir, se queda «con el laboratorio», pero si pudiera representar a Cuba nuevamente en el dominó, «estoy dispuesto».















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