
Una invitación inicial para que el presidente ucraniano Volodímir Zelensky asistiera a la Cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se efectuará en Bruselas los días 17 y 18 de julio, y la pretensión de que la «agenda Ucrania» se impusiera en la cita, ha creado el lógico disentimiento, cuando faltan pocos días para su realización.
La propuesta que hiciera a Zelensky el jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante una reciente visita a Kiev, disparó las alarmas entre gobiernos latinoamericanos que nunca fueron consultados. La UE tuvo que dar marcha atrás y el mandatario ucraniano no podrá repetir en la Cumbre esos escenarios que, en procura de apoyo, a menudo aparecen en otros foros políticos occidentales.
Sobre la propuesta de la ue para una declaración común en la que aparezca parcializado el tema ucraniano, y se estimulen sanciones contra Rusia, los gobiernos de los países miembros de la Celac han insistido en «buscar soluciones diplomáticas, serias y constructivas entre ambos países».
Hay algo –muy importante– que los gobiernos europeos no pueden olvidar en las circunstancias actuales: América Latina tiene voz propia, y los pasos dados para lograr la unidad de acción entre los países de la región, concretados en la Celac merecen, además del aplauso, el respeto de quienes algunas veces hasta olvidan que la etapa de la colonia cesó.
Hay una palabra de la que se habla mucho –y se abusa bastante–: transparencia. No se podrá pasar por alto si se quiere que una Cumbre entre la Unión Europea y la Celac trascienda hacia objetivos mayores, como aquellos que aborden el financiamiento al desarrollo, el cambio climático, la seguridad alimentaria, y las energías renovables, entre otros.
Tampoco pueden olvidar los anfitriones europeos el compromiso de la Celac con hacer de América Latina una zona de paz; algo que lleva implícito, entre otros elementos, no permitir la injerencia extranjera ni, mucho menos, la presencia de bases militares estadounidenses instaladas a espaldas del consentimiento de los pueblos.
Otro aspecto en el que se ha advertido falta de transparencia y consideraciones unilaterales por parte de la Unión Europea en esta fase previa a la Cumbre, es lo referido al Foro Social, evento que se realiza de manera paralela y que recoge la expresión de los movimientos sociales y pueblos de nuestra región, opuestos a la arrogancia y a la injerencia que, por momentos, levantan cabeza entre los organizadores del Viejo Continente.
Quizá ahora es cuando más se necesita del diálogo, la concertación, la cooperación y la solidaridad, valores opuestos totalmente a la arrogancia, la imposición, las sanciones y los planes de guerra, tradicionales modus operandi de la administración estadounidense, con alianza de un sector significativo de la UE.
Del Foro Social, ya trascienden los primeros reclamos, debido a la exclusión de delegados de la sociedad civil cubana que han formulado su solicitud.
Por otra parte, es demasiado evidente que hay entre los anfitriones europeos muchos interesados en desconocer el papel de la Celac y la articulación que fomenta, basada en un enfoque integracionista, solidario y de justicia social para la región latinoamericana y caribeña.
Si se quiere dialogar de verdad, la UE debe acostumbrarse a oír hablar de objetivos como el de promover un modelo alternativo de desarrollo, de más cooperación e integración entre ambas regiones, de solidaridad, y de otros vocablos que no acostumbran a aparecer en las agendas de Occidente.
Ojalá que el empeño de América Latina en constituirse una zona de paz sirva de ejemplo a los países de la Unión Europea para que no se ofrezca como de carne de cañón en los conflictos, ni ceda a las pretensiones estadounidenses de fomentar guerras y aplicar sanciones por doquier.















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