El uso de plagas y enfermedades para causar daño al enemigo aparece descrito en los textos que narran la historia de guerras desarrolladas por la humanidad a través de los siglos.
En 1793, el oficial británico J.A. Anhert introdujo intencionalmente la viruela para exterminar a las poblaciones indígenas de la entonces Nueva Escocia, método que fue utilizado posteriormente por el Ejército de EE. UU. en su guerra contra los habitantes nativos de ese país, a fin de despojarlos de sus territorios.
Durante la Primera Guerra Mundial varios países, entre ellos Alemania y Japón, utilizaron medios biológicos como armas.
Años más tarde, la experiencia adquirida por el imperio japonés hizo posible que, de 1934 a 1945, realizara acciones de guerra biológica contra China, la urss y las tropas estadounidenses que combatían en Asia-Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.
Finalizada la contienda, Washington encubrió los experimentos secretos de Japón con esas armas, las guardó cuidadosamente y se apropió de la experticia de sus antiguos enemigos.
El caso de Shiro Ishii, conocido como el Mengele japonés, máximo responsable del desarrollo del programa de investigación de armas biológicas y químicas en su país, creador del Instituto Ping Fan (Escuadrón 731), que utilizaba prisioneros de guerra como conejillos de indias, es un claro ejemplo.
Un memorando top secret, transmitido a Washington por cable, el 6 de mayo de 1947, comunicaba: «Ishii afirma que, si se le garantiza mediante un documento inmunidad por crímenes de guerra para él, sus superiores y sus subordinados, puede describir el programa [de guerra biológica] en detalle». (1)
Ninguno de los médicos implicados en los sucesos del Escuadrón 731 fue procesado. Ishii logró negociar la inmunidad en el Juicio de Tokio para él y otros miembros del Escuadrón 731, a cambio de los resultados de sus experimentos.
Aseguran que el doctor se mudó a Maryland, Estados Unidos, para continuar su investigación sobre armas biológicas, y se convirtió, de esta manera, en el principal asesor del Gobierno de Estados Unidos en el campo de esos medios de destrucción masiva.
Especialistas y médicos nazis también encontraron refugio en territorio estadounidense, como parte de la Operación Paperclip, que tenía como objetivo la extradición a Estados Unidos de todos los científicos nazis especializados en las denominadas «armas maravillosas».
Uno de estos científicos fue Arthur Rudolph, ingeniero supervisor en la producción de las bombas V1 y V2. Rudolph, calificado como criminal de guerra, llegó a trabajar para la nasa.
Otros científicos alemanes reclutados fueron Walter P. Emil Schreiber, infectólogo especializado en guerra bacteriológica, y el fisiólogo Hubertus Strughold, relacionado con experimentos médicos en el campo de Dachau, contra el que ni siquiera se llegó a presentar cargos.
Para muestra, un botón: ¿cómo pueden erigirse en jueces de otros quienes, desde siempre, han amparado, financiado y promovido el terror?
(1) Robert Harris and Jeremy Paxman: A higher form of killing, Random House (2002) p. 156.
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Javier Gómez Gutiérrez dijo:
1
1 de junio de 2023
09:27:43
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