ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
En el corazón de la República Argentina dejó sus huellas, para siempre, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Foto: Archivo de Granma

Buenos Aires.–Los cubanos nos quedamos para siempre, como quien acoge a un hermano, a un padre, a un hijo, con ese hombre de otra galaxia llamado Ernesto Guevara. Y como los verdaderos caminos del cariño son de doble vía, en el corazón de la República Argentina dejó sus huellas, para siempre, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien no solo irradió enseñanzas con su ejecutoria desde Cuba, sino también a través de sus cuatro estancias en el país austral.

La primera de sus visitas tuvo lugar en mayo de 1959, pocos meses después del triunfo de la Revolución Cubana, momento en que fue recibido por el entonces mandatario Arturo Frondizi. Treinta y seis años transcurrirían luego para que el Comandante en Jefe volviera a pisar suelo argentino: fue en octubre de 1995, en ocasión de la V Cumbre Iberoamericana, que tuvo lugar en Bariloche.

De emociones muy profundas y hechos de elevada trascendencia política para Nuestra América serían los acontecimientos que marcaron su regreso a Argentina en 2003, para participar en la asunción presidencial de Néstor Kirchner, y en 2006, cuando asistió como invitado a una Cumbre de Presidentes del Mercado Común del Sur (Mercosur), actividad que se convirtió en la última visita internacional realizada por el Comandante en Jefe. Serían estos dos momentos clímax de los entrañables lazos afectivos que unieron a Fidel con el pueblo argentino, y ofrecen una dimensión de cuán especial es la cercanía entre los dos países.

Mujeres y hombres de pensamiento, partidarios de las mejores causas e hijos de Argentina, están marcados en lo profundo por la suerte de haber conocido de cerca al Comandante en Jefe: la escritora y periodista argentina Stella Calloni, a la cual Fidel dedicó líneas de sus Reflexiones, lo ha calificado como «profeta de las auroras, (…) la figura universal del siglo XX más importante», y como «un gran orfebre de las liberaciones». El politólogo Atilio Borón ha expresado que «Fidel es una categoría única», «era el Quijote, un hombre desvinculado de las mezquindades del mundo».

EMOCIONES EN 2003

La presencia del líder de la Revolución Cubana en la escalinata de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en 2003, es de los pasajes más hermosos –de sus visitas a esta nación– sobre los cuales habrá que volver siempre.

Aquella fría noche de mayo se estableció una singular conexión entre la multitud que aguardaba y el Comandante en Jefe, quien, ignorando los reiterados consejos referidos a su seguridad, habló por más de dos horas en ese emblemático sitio.

«Desde bien temprano comenzó a regarse como pólvora la noticia de que el Comandante en Jefe les hablaría a los argentinos en la uba. También algunas horas antes del inicio del acto, los organizadores se percataron de que el Aula Magna, sitio previsto inicialmente para la charla y con capacidad para cerca de mil personas, no cubriría el enorme interés que despertarían las palabras de Fidel», evocó el entonces embajador en Argentina, Orestes Pérez Pérez.

«En tiempo récord, sobre la marcha y con los peligros que significa montar un escenario en el último momento y al aire libre, se preparó uno alternativo en la escalinata de la Facultad de Derecho. El acto estaba previsto para las siete de la noche, pero por los avatares de última hora, comenzó sobre las nueve, aunque desde más temprano ya se habían colmado el Aula Magna y los pasillos aledaños, y se escuchaban a miles de argentinos, apostados en la propia escalinata y en los parques cercanos, corear su inseparable Olé, olé, olé, Fidel, Fidel».

«Después del himno nacional de Argentina, y de recibir una placa en su honor por parte de los trabajadores de la Universidad, Fidel toma el micrófono y seduce –con su carisma y su voz– a los miles de presentes al abordar –en ocasiones en un diálogo cómplice– los más diversos temas: el recuerdo del Che, la idiosincrasia de los argentinos, la política exterior de EE. UU., el bloqueo contra nuestro país, la educación, la deuda externa, el libre comercio, las elecciones en Cuba, los derechos humanos y el medio ambiente, entre otros».

De mítico e inigualable califican muchos su discurso de ese día. «Los soñadores no existen, se lo dice un soñador que ha tenido el privilegio de ver realidades que no fue capaz de soñar. No lo considero un mérito, sino también privilegio y azar afortunado de vivir, a pesar de los cientos de planes por acelerar mi viaje hacia la tumba, con lo cual me han hecho un enorme favor, obligarme a perder todo instinto de preservación y conocer que los valores sí constituyen la verdadera calidad de vida, la suprema calidad de vida, aun por encima de alimento, techo y ropa», decía Fidel

entonces, en medio del aplauso de la multitud.

Y como para dejar también mucho de esperanza en los presentes, en el futuro que se avecinaba para Nuestra América, el Comandante en Jefe reflexionaba: «Fíjense que ha tomado fuerza esa frase: un mundo mejor es posible. Pero cuando se haya alcanzado un mundo mejor, que es posible, tenemos que seguir repitiendo: Un mundo mejor es posible, y volver a repetir después: Un mundo mejor es posible».

HISTÓRICO Y ÚLTIMO VIAJE A OTRAS LATITUDES

«Comandante, ¿qué siente usted al arribar a Argentina?», preguntó a Fidel el periodista venezolano Ernesto Villegas, en julio de 2006, en una pequeña habitación donde otros colegas también esperaban ansiosos por el diálogo con el inigualable estadista.

«Una tranquilidad, una paz espiritual...», respondió Fidel, y añadió: «hacía tiempo no viajaba, he tenido mucho trabajo, pero este era un acontecimiento muy importante».

Fidel se refería a que, apenas unos días atrás, Venezuela había sido admitida como miembro pleno del Mercosur, y ahora sus naciones –incluida Cuba, invitada especial– se reunían en la ciudad de Córdoba para llevar a cabo una nueva Cumbre de Presidentes.

Múltiples artículos de la época refieren que el Comandante en Jefe llegó de sorpresa. El propio Fidel, una vez en suelo argentino, ironizaría: «Creo que nadie sabía que yo venía. Ni yo mismo».

En el texto Argentina: histórico y último viaje de Fidel al exterior, el diplomático Orestes Pérez Pérez comparte valiosas experiencias sobre las emociones de aquellos días.

«Próximo a cumplir 80 años y enfundado en su inseparable uniforme verde olivo, llegó Fidel al aeropuerto internacional Ingeniero Ambrosio Taravella, de Córdoba, sobre las 20:30 del jueves 20 de julio de 2006, donde fue recibido por el entonces presidente de Argentina, Néstor Kirchner».

Invitado por su anfitrión, Fidel haría uso de su derecho a la palabra en el cónclave de presidentes del Mercosur. Fue en ese plenario donde dijo a todos: «Esta integración tiene enemigos de siglos, y no son felices cuando escuchan noticias de esta reunión».

La intervención del dignatario, según rememora Orestes Pérez, duró 45 minutos. Pocas horas después de culminada la Cumbre de Presidentes del Mercosur, Fidel estuvo en la Ciudad Universitaria de Córdoba, escenario de la Reforma Universitaria de 1918.

«Ustedes hicieron una reforma que hizo historia, que fue la más importante, estoy por decir que la única. Pero el tiempo ha pasado, y hay que reformar el sistema de estudio mundial», dijo a los presentes aquella memorable noche, en la cual estuvo acompañado por Chávez y Hebe de Bonafini, titular de Madres de Plaza de Mayo, agrupación que había organizado el multitudinario acto.

Unas «30 000 personas escucharon a Fidel, quien durante tres horas dialogó con ellos acerca de los más variados temas, incluidos la imperiosa necesidad de la integración latinoamericana y caribeña, los programas sociales en Cuba, la educación pública y la Campaña de Alfabetización de los primeros años de la Revolución, entre otros».

La última parada de la histórica visita de 2006 fue la Casa del Che, en Alta Gracia. Junto a un amigo, el entrañable Hugo Chávez, llegó Fidel al encuentro de los primeros años de otro amigo.

Pasado el mediodía arribó la comitiva a la emblemática villa serrana. Fidel y Chávez caminaron las diferentes salas de la vivienda, convertida en museo y que particularmente ese día estaba abarrotada de personas, y se tomaron fotografías al lado de la estatua de bronce que recuerda al Che, a los ocho años, sentado en uno de los muros del portal de la casa.

Cuarenta y siete años transcurrieron entre la primera y la última estancia de Fidel en Argentina. La de 2006 sería la última visita a ese país, y también su última salida internacional.

Al llegar a Cuba, acudió a las celebraciones en ocasión del nuevo aniversario del 26 de Julio, que ese año se realizaron en Granma, y por la tarde presidió, en la cercana ciudad de Holguín, la inauguración de un emplazamiento de generadores eléctricos. Fueron esas, también, intensas horas de trabajo y emociones.

A su regreso a La Habana, Fidel debió ser intervenido con urgencia y, a partir de ese momento, no volvería a retomar sus funciones como Jefe de Estado en Cuba. Argentina quedaría más ligada a la Mayor de las Antillas y a sus emociones, sería ese el último escenario internacional donde el líder de la Revolución Cubana hablaría al mundo sobre unidad, integración... y esperanzas.

Podría decirse, tal vez, que una confluencia entrañable gravita, inexorablemente, sobre las dos naciones: la Isla caribeña y la tierra ubicada en el rotundo Sur; las dos unidas por lazos que no pueden deshacerse.

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Alberto Garcia dijo:

1

23 de enero de 2023

12:15:21


Muy bueno y sentido artículo sobre las relaciones de Fidel con Argentina. Su impronta para la historia.

Federico dijo:

2

25 de enero de 2023

09:26:04


Un recuerdo imborrable e histórico para Cordoba la presencia de Fidel. Al poco tiempo y luego de q su figura fuera tapa de todos los diarios, uno d ellos lanzo una edición que incluía un CD con su discurso completo. Imborrable