Seguramente hubo nerviosismo y frustración entre las autoridades estadounidenses al conocer la noticia de que allí, en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas, la isla bloqueada, agredida y sometida a una terrible guerra mediática, resultaba elegida para presidir, durante 2023, el mayor y más diverso bloque de la esfera multilateral: el Grupo de los 77 más China.
No hubo abstención y mucho menos votos en contra. Los 134 países que hoy forman el G-77, y que constituyen dos tercios de todos los Estados miembros de la onu y el 80 % de la población mundial, aplaudieron y dieron un sí rotundo a la elección de Cuba, por su prestigio y dignidad durante los últimos 63 años, en los que la solidaridad se hizo un hecho cotidiano en el aporte de nuestra nación en favor de los más desprotegidos de este mundo.
La Cuba que resiste el asedio imperial ha acumulado méritos propios, no por agredir ni amenazar a alguien, no por hacerle una guerra a Estados Unidos, sino por los millones de seres humanos salvados por sus médicos en más de cien países del planeta, fundamentalmente en la empobrecida África, en América Latina y el Caribe e, incluso, en naciones de Europa y Asia.
Cuba presidirá el G-77 más China, no por ofrecer lo que le sobra, sino por compartir lo que tiene, de manera desinteresada.
En la sala de la ONU, donde se votó por la elección de la Isla para presidir tan importante entidad, estaban muchos de los representantes de esos pueblos a los que galenos cubanos les han brindado su profesionalidad para curar enfermedades o sanar heridas de terremotos y otros desastres naturales.
El Grupo de los 77 más China, creado hace 58 años, tiene como objetivo primordial unir a los desposeídos y darles voz en la lucha contra el actual orden internacional injusto, explotador y excluyente.
Vale recordar lo que recoge el sitio oficial de Naciones Unidas, en cuanto a que, durante la aparición del Grupo de los 77 en la escena económica mundial, al finalizar la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, en 1964, el semanario londinense Sunday Observer, en su titular de portada, definía el hecho como «el fenómeno más importante del periodo de la posguerra».
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