ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz con integrantes japoneses del Crucero por la Paz, en el Palacio de Convenciones. Conversa con Junko Watanabe, sobreviviente del bombardeo de Hiroshima Holocausto Nuclear Foto: Jorge Luis González

Los días 6 y 9 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó, contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, las dos primeras y únicas bombas nucleares que se han empleado en el planeta.

La cifra de más de 200 000 muertos, como efecto directo de dichas acciones, se incrementó con el tiempo a más de 329 000, con otros miles de personas inicialmente heridas o mutiladas. Además, ambas ciudades fueron arrasadas y la tierra quemada a la distancia de hasta diez kilómetros.

Eso hizo el Gobierno de Estados Unidos de entonces, y poca o ninguna seguridad, tiene la humanidad, 77 años después de que semejantes atrocidades no vuelvan a ocurrir.

Quizá por ello tiene tanta importancia que las cinco potencias nucleares actuales –Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña– hayan emitido una declaración, a principios de este año 2022, donde asumen la responsabilidad primordial de prevenir una guerra entre las naciones poseedoras de esos artefactos.

El documento advierte que una guerra nuclear «no debe librarse nunca» y que dichas  armas  –mientras existan– deben cumplir con los objetivos de la defensa, la disuasión de la agresión y la prevención de los conflictos bélicos.

Un elemento de suma prioridad tiene que ver con el compromiso de las partes firmantes de la declaración, de la importancia de cumplir los acuerdos bilaterales y multilaterales en materia de no proliferación nuclear, desarme y control de armamentos.

No obstante, recordemos que no pocas veces Estados Unidos, como potencia nuclear, se ha desentendido de esos acuerdos. Incluso, como ocurrió durante el gobierno de Donald Trump, tiró al cesto de la basura importantes documentos como el Acuerdo Nuclear con Irán y otros rubricados bilateralmente con Rusia, destinados al control y no proliferación nuclear.

Debe estar muy presente en la comunidad internacional, principalmente en sus gobiernos y dignatarios, los llamados de los sobrevivientes de aquella catástrofe, que, formando parte de un gran movimiento antinuclear, conocido como «los hibakusha», son conocedores en primera persona de los horrores vividos. Muchos tienen heridas por sanar y mutilaciones para siempre. Por eso se han pronunciado por poner fin a la proliferación y el uso de las armas nucleares.

Un ejemplo que aún hoy conmueve es el de aquella niña, de 11 años, Reiko Yamada, alumna de sexto grado en una escuela primaria de Hiroshima, quien, junto a sus compañeritos de clase, sintió al avión estadounidense Enola Gay, cuando soltó la primera bomba nuclear contra su ciudad natal. Aunque la distancia con el epicentro era de tres kilómetros, sintió cómo su espalda fue quemada por el calor emitido por el artefacto, mientras se dirigían al refugio cercano para su protección.

Reiko es una de las sobrevivientes de aquel acto criminal cometido por la potencia estadounidense. Para esta mujer, ahora con 88 años, su «esperanza mayor es la de que lleguemos a un mundo libre de armas nucleares».

No obstante, la realidad es otra y el peligro muy superior, desde todos los puntos de vista.

De acuerdo con datos del Instituto Internacional para la Paz, de Estocolmo, hoy existen 13 080 ojivas nucleares en nueve países, con tecnología y eficacia muy superiores a las de 1945.

Por países, estos artefactos se distribuyen entre Rusia, Estados Unidos, China, Francia y Reino Unido.

Otras naciones con este tipo de armas son Pakistán, India, Israel y República Popular Democrática de Corea.

Ojalá y el llamado de los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki y sus descendientes de «salvar al mundo de aquellos horrores» se haga realidad algún día… y no sea tarde para la humanidad.

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