ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Un miembro afgano de la seguridad en el lugar donde estalló una bomba en Kabul, el 4 de agosto de 2021. Foto: AFP

El tono tajante de Biden es disfraz ante la incertidumbre. «Los estadounidenses no deben morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos», ha dicho para justificar la decisión sobre la salida de sus tropas de Afganistán ante la ofensiva con que los talibanes se han hecho del poder allí.

Lacónico, también aseveró que los acontecimientos se precipitaron, y achacó el caos creado a los dirigentes del país en el que las fuerzas militares yanquis han estado por unos 20 años.

Donald Trump ha visto la ocasión como una grieta en el casco de la nave de la administración actual. «Lo que ha hecho (Biden) con Afganistán es legendario. ¡Será una de las mayores derrotas en la historia estadounidense!», dijo.

Analistas de influyentes medios de prensa hacen la comidilla con las posiciones de Biden y Trump. Es el caso de David Zucchino, quien en The New York Time ha escrito que dos décadas después de que tropas de EE. UU. invadieran Afganistán, el experimento estadounidense de consolidación nacional de aquel país quedaba en ruinas.

En BBC News Mundo, Guillermo D. Olmo recordó que mucho antes del pasado 15 de agosto se fraguó el vertiginoso retorno al poder de los talibanes. Tuvo en cuenta el 29 de febrero de 2020, ocasión en la que el gobierno de Trump pactó con los talibanes, en Doha, Qatar, el calendario para la retirada definitiva de Estados Unidos y sus aliados.

A cambio, los talibanes se comprometieron a no permitir que su territorio se utilizara para planear y ejecutar acciones que amenazaran la seguridad de EE. UU. y de los países que lo apoyaron en su aventura bélica. Además, fue establecido que entre los rebeldes y el Gobierno afgano entablarían negociaciones dirigidas a lograr un alto el fuego y un acuerdo definitivo sobre el futuro político del país.

Para quienes siguieron las conversaciones, el logro mayor de los islamistas fue alcanzar la demanda de apartar al Gobierno afgano del acuerdo. La estrategia de la dirigencia talibán, encabezada por Mulá Abdul Ghani Baradar, consistió en bloquear varias veces el diálogo, al punto de que Trump llegó a creer que fracasaría.

A juicio de muchos observadores, los talibanes solo se tomaron en serio la retirada de las fuerzas extranjeras. Tras el acuerdo, incrementaron las acciones violentas. Su interés consistió en controlar la mayor extensión posible de territorio y poner en desventaja al Gobierno afgano, al que finalmente suplantaron.

La ocupación de Afganistán ha costado mucha sangre a Estados Unidos, que reconoce, según un cable de AP, la muerte de 2 448 miembros de sus fuerzas armadas, de 3 846 contratistas civiles, y de 1 144 integrantes de fuerzas aliadas.

Un artículo aparecido en Forbes refiere que los gobiernos estadounidenses de turno invirtieron en esa contienda más de dos billones de dólares. Sus autores, Christopher Helman y Hank Tucker, comentaron: «Eso es 300 millones de dólares por día, todos los días, durante dos décadas. O 50 000 dólares por cada uno de los 40 millones de habitantes de Afganistán…».

Por estos días, en los que se vierten variadas opiniones sobre lo que algunos califican como humillante rendición de Estados Unidos ante los talibanes, he repasado algunas notas extraídas del libro Las guerras que nos esperan. La visión premonitoria de su autor, Raúl Sohr, ayuda a entender la bochornosa situación por la que atraviesa la actual administración estadounidense.

A juzgar por los hechos, Biden y su equipo de Gobierno se están tomando las correspondientes cucharadas del jarabe de maquinaciones políticas que creó el ex­consejero de seguridad nacional de la administración de James Carter (1977-1981), Zbigniew Brzezinski.

Aquel, en 1979, tan pronto la urss se inmiscuyó política y militarmente en Afganistán, consideró que en el agreste país tendría «su Vietnam» la nación antorcha del comunismo. En efecto, una década de guerra continua fue catastrófica. 

A mediados de los años 90 del pasado siglo, apunta Sohr, al preguntarse Brzezinski «¿qué era más importante en la visión mundial de la historia: los talibanes o la caída del imperio soviético?», optó por lo segundo. 

Mientras Moscú estuviera en la mira, no resultaba importante dilucidar el futuro de los talibanes. Pero los últimos, que aparecieron a principios de 1990 con capacidad bélica propia en un entorno de luchas intestinas afganas, fueron parte del significativo potencial militar de los 80 000 muyahidines entrenados entre 1984 y 1987.

La fórmula de la poción de Brzezinski incluyó dañinos narcóticos. Sohr asevera que Estados Unidos y Occidente no se complicaron con consideraciones morales porque la guerra era financiada ampliamente por el tráfico de drogas.

Al respecto hay confesiones del exdirector de la CIA para operaciones en Afganistán en 1995, Charles Cogan: «Nuestra misión principal era infligir el máximo daño posible a los soviéticos. No teníamos realmente el tiempo ni los recursos para dedicarnos a investigar el tráfico de drogas. No creo que debamos disculparnos por esto. Cada situación tiene sus consecuencias indeseables…».

Los talibanes esperaron el momento oportuno y contraatacaron con éxito hasta llegar a Kabul. Desde Qatar, Mohammad Naeem, portavoz de la oficina política de aquellos, en declaraciones a Al Jazeera TV, aseveró: «Les aseguramos a todos que brindaremos seguridad a los ciudadanos y las misiones diplomáticas… Estamos listos para lidiar con las preocupaciones de la comunidad internacional a través del diálogo».

Pero el mundo mira con recelo hacia los talibanes. En Occidente, sobre todo, existe el temor de que patrocinen el terrorismo del cual son hijos. Los formaron con la intención de anular a la urss y al comunismo, pero sus patrocinadores les hicieron crecer las alas o, mejor dicho, les proporcionaron muchas balas.

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miguel dijo:

1

31 de agosto de 2021

12:21:12


El clásico "" CRIA CUERVOS Y TE SACARAN LOS OJOS.

Miguel Ángel dijo:

2

1 de septiembre de 2021

17:00:15


Excelente reflexión. Otra rotunda derrota política y militar del decadente Imperio. Golpe tras golpe se va debilitando. Su arrogancia, prepotencia y tozudez lo hunden en el pantanal del fracaso final. Bien merecido lo tienen. El gran beneficiado fue el complejo industrial militar.

Yetuni heshegaray. Respondió:


6 de septiembre de 2021

10:22:25

Se sigue deliblitando el imperio y surge esa fuerza de paz y justicia que son los talibanes... Fuerza Cuba.