Complicado resulta conocer a ciencia cierta todo lo que encierra la ciudad inca peruana, Machu Picchu, a 2 430 metros de altura, Patrimonio de la Humanidad, construida alrededor del año 1450, donde los grandes bloques de piedras han sido unidos sin cemento alguno para mantenerlos en pie. Para llevar esas enormes rocas hasta allí y unirlas milimétricamente, no medió otra cosa que no fuesen los brazos de sus habitantes.
También resulta difícil entender hoy, en pleno siglo XXI, la más reciente historia electoral de Perú, enrarecida por enfermedades morales modernas como la corrupción, y donde no solo puede ser candidata a la presidencia, sino tener posibilidades de vencer y proclamarse mandataria, una persona como Keiko Fujimori, que ha sido acusada de los delitos de organización criminal y lavado de activos, por los que la Fiscalía pide 30 años de prisión.
Complicado aún en mayor escala es interiorizar que esa aspirante, como refleja la agencia efe, pasó más de un año en prisión (octubre 2018-mayo 2020) ante el temor de la Justicia de que interfiriera con sus redes políticas en las investigaciones que se siguen en su contra.
El Perú que llega, este domingo 6 de junio, a la segunda vuelta de los comicios es quizá uno de los países más golpeados por el neoliberalismo y la corrupción gubernamental, con seis presidentes acusados de corrupción en los últimos 30 años, y exhibe hoy la triste supremacía de ser la nación con mayor número de muertos por la covid-19 por habitantes, al superar los 180 764 decesos.
Aun así, el monopolio mediático peruano no ha escatimado ofensas, mentiras y acusaciones infundadas contra el aspirante de la izquierda, Pedro Castillo, un maestro campesino, con gran arraigo entre los desposeídos del campo peruano, pero contra quien se enfilan todos los dardos de la oligarquía y del poder mediático, y hasta de quienes hacen vida foránea y venden sus almas –y votos– al diablo, cuando se trata de oponerse a las fuerzas progresistas con posibilidades de alcanzar la banda presidencial.
Pedro Castillo se postula por la agrupación Perú Libre, que se define como un partido de izquierda marxista. Y sus detractores han hecho de calificativos como comunista y chavista los más peyorativos, para empañar la imagen de votantes entrampados entre la mentira, la confusión y el desaliento, por tantos años de mal gobierno que ha vivido la nación andina.
La exponente de la corriente más derechista y neoliberal, Keiko Fujimori, se sabe favorecida por el apoyo de toda la derecha económica peruana y los grandes medios de comunicación a su servicio.
No es casual entonces que Fujimori, en esta segunda vuelta, no concentre su reclamo en que voten por ella, sino pide que «se vote por Perú y contra el comunismo».
En todo caso, y en medio de ese Perú de lo incierto, pero a la vez real, será el pueblo quien decida este 6 de junio ante las urnas.
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