Resultado de una adaptación de la oposición rusa al subversivo manual para provocar los llamados golpes blandos, los actuales intentos de desestabilización interna en el gigante euroasiático emplean como detonante la detención, el pasado 18 de enero, del líder opositor Alexéi Navalni, poco después de arribar desde Alemania.
El apresamiento obedeció a una orden del jefe del Servicio Penitenciario Federal de Rusia en Moscú, según la cual el condenado fue incluido en la lista de buscados por violaciones sistemáticas de las condiciones del periodo de prueba impuesto a Navalni tras cumplir prisión –en 2014, él y su hermano fueron condenados por fraude masivo y fraude a gran escala en el ámbito de la actividad empresarial, así como de legalización de dinero obtenido por medios delictivos–.
La detención de Navalni generó un clima de tensión y movilizaciones opositoras en más de 90 ciudades el tercer fin de semana, cuya promoción contó con la participación abiertamente proselitista de la Embajada de Estados Unidos y las plataformas de internet administradas desde la potencia occidental, en la cual se animó a los manifestantes mediante la publicación de un listado de las ciudades rusas donde habría protestas y las rutas que tendrían.
Como parte del acto claramente injerencista, los medios de prensa occidentales se alinearon en la focalización de una matriz que aludió a una supuesta represión, en la que emplearon, incluso, la manipulación burda de imágenes sacadas de contexto.
Por ejemplo, un desmentido realizado por la vocera de la Cancillería rusa, María Zajárova, mostró evidencias de la construcción de una noticia falsa que, para mostrar la inventada represión, utilizó la imagen del streamer ucraniano Vitaliy Tsal, sometido a una operación de nariz en junio último, cuyos detalles contó él mismo en Instagram.
Por tales actos, el Ministerio de Asuntos Exteriores pidió explicaciones a su embajador en Moscú, John Sullivan, y este domingo, según se lee en la página de la Cancillería, exigió a EE. UU. dejar de intervenir en los asuntos internos de Estados soberanos.
«La injerencia grosera de EE. UU. en los asuntos internos de Rusia es un hecho tan probado, como el de la “promoción” de las falsificaciones y de los llamamientos a las protestas no autorizadas por parte de plataformas de internet controladas por Washington», refiere la denuncia.
Desde Cuba, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, miembro del Buró Político del Partido, repudió en Twitter las acciones injerencistas por parte de la Casa Blanca y de los países occidentales.















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