Es penoso que en pleno siglo XXI el concepto de «justicia» se aplique, en algunos casos, de manera desacertada, sin que se tenga en cuenta su definición de «principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde».
Resulta irresponsable que se olvide aquello de que la «justicia» es un bien común, o más sencillo aún, «un acto que difiere entre el bien y el mal».
Pero sucede lo contrario… y con frecuencia.
Por ejemplo, este jueves 2 de julio amplios titulares de la gran prensa mundial se refieren a que «la justicia británica» denegó, al gobierno legítimo de Nicolás Maduro, la devolución de 31 toneladas de oro, guardadas en bancos del país europeo; dinero que su dueño, la nación bolivariana, ha solicitado para entregar a la onu y emplear en la compra de alimentos y medicinas para su pueblo, afectado por la pandemia de la COVID-19 y por el férreo y genocida bloqueo de Estados Unidos.
El Banco Central de Venezuela (BCV) había acordado con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destinar parte del oro que está en el Banco de Inglaterra a la compra directa de medicinas, alimentos y equipos médicos para enfrentar la enfermedad.
El gobierno de Caracas ya había discutido con la entidad de la ONU, en marzo pasado, el mecanismo para el acceso a ese oro que es patrimonio de Venezuela y que equivale a más de 1 000 millones de dólares.
Sin embargo, la otra «justicia», determinada por el juez británico Nigel Teare, decidió que el opositor venezolano, el payaso autoproclamado presidente, Juan Guaidó, y no el mandatario legítimo, elegido por el voto mayoritario del pueblo, Nicolás Maduro, es quien puede acceder a ese dinero.
El citado magistrado, al exponer «la otra justicia», dijo que el gobierno británico reconoce al señor Guaidó en la capacidad de presidente constitucional interino de Venezuela (…) en virtud de la doctrina de «una única voz».
Queda claro que un farsante que trata de asfixiar a sus conciudadanos –lo mismo con su subordinación al gobierno de Donald Trump, que prestándose a robos millonarios para impedir que se adquieran alimentos y medicinas para el pueblo–, es la «única voz» que reconoce Londres, como también lo hace, en primer orden, la administración estadounidense.
El argumento expuesto por el letrado no deja duda: para el Reino Unido, Guaidó es «inequívocamente» el presidente interino provisional del país sudamericano y, por tanto, quien puede acceder a esas reservas.
Debían, en ese tribunal británico, tener en cuenta la voz de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, quien califica a Guaidó de «delincuente de cuello blanco» por intentar apropiarse del oro de la nación en colusión con el Banco de Inglaterra.
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